domingo, 16 de febrero de 2014

Estaciones y emociones

Los que me conocéis, ya sabéis de mi afán aventurero. A los que no, os diré que una de las cosas que más me gusta es ir de un lado a otro y , entretanto, observar a las personas. Debido a limitaciones presupuestarias, la mayoría de mis viajes transcurren por tierra y, para mayor tranquilidad del resto de conductores, en autobús y no en vehículo propio. Es por eso que he titulado así este post; pero cuando digo estaciones, podría decir aeropuertos, independientemente del mejor o peor estado de conservación de unos y otras.

Supongo que ya sabéis lo que tienen en común estos lugares, zonas de tránsito continuo de pasajeros, o gente yendo de aquí para allá. Con esto no descubro nada nuevo. Pero... alguna vez os habéis parado a observar el maremágnum de emociones que en ellos habita? Personalmente, a mí me gusta hacerlo. Un simple hecho, acaecido no hace mucho, me invitó a la reflexión, o mejor dicho a la "percepción".

Estando yo en la estación de tren de León, apostada en el andén y absorta en mis pensamientos, una anciana descendió de uno de los vagones con los ojos inundados en lágrimas. Sin apenas tenerse en pie, tambaleándose hacia los lados, se abalanzó en brazos de un hombre que allí la esperaba. Desconozco cual era el vínculo entre ambos, pero deduje que llevaban tiempo sin verse. Sin decirse nada, aquella emoción me traspasó y descubrí que yo misma estaba llorando.

Es cierto que la experimentación de las emociones ajenas depende de nuestro nivel de empatía, y en ese caso, he de reconocer que soy una esponja. No sé si bendición o maldición, pero dicha capacidad nos permite percibir las emociones que fluctúan a nuestro alrededor. El que sean buenas o malas, depende del filtro por el que las hagamos pasar. En mi caso, solo dejo entrar las positivas. Algo tan sencillo y complejo a la vez, es lo que ocurre mientras espero el autobús; en esos momentos, experimento la alegría de los rencuentros y la tristeza de las despedidas. Aunque yo siempre preferiré llorar de felicidad y no de pena.

1 comentario:

  1. Con las emociones (todas son buenas independientemente de que sean positivas o negativas) tendría que pasar como con la comida: meterlas en la boca, masticarlas, tragarlas, digerirlas y lo que sobra cagarlo. El problema es que la gente muy empática también suele ser muy estreñida y la gente poco empática suele estar desnutrida. Como casi siempre, en el equilibrio está la virtud.

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