lunes, 29 de junio de 2015

F=a(E)

Las personas nos pasamos la vida investigando cómo hallar la verdadera felicidad; ya sea a través de libros, viajes o experiencias (propias y ajenas). Hasta ahora, hemos descubierto unas cuantas cosas; entre ellas, que con las necesidades básicas cubiertas, cualquier persona puede ser feliz. En este sentido, sabemos que la felicidad está estrechamente relacionada con conceptos como el disfrute del momento presente, la necesidad de filiación o el sentimiento de "ser útil" al mundo.

Una conversación reciente con alguien muy especial me invitó a reflexionar sobre el tema y trajo a mi mente un símil matemático; absurdo quizás, pues la felicidad, en sí misma, es una entidad abstracta imposible de representar. Aun así, me gustaría compartir con vosotros esta reflexión y es que, cuando pienso en la felicidad, aparece siempre una constante; el amor. Y no me refiero sólo al amor romántico, sino al amor en general, entendido como vínculo entre dos seres.

En mi opinión, la felicidad se puede transformar en una ecuación; producto del amor por "el Elemento". ¿Y qué es "el Elemento"? (os remito a mi post "Buscando el elemento", donde lo explico en extenso). Resumiendo sería algo así como, esa actividad en la que se aúnan la pasión y el talento; esa actividad que nos absorbe, nos gratifica y nos hace sentir plenos. Esto quiere decir que, en presencia de amor (constante de la ecuación), nuestra felicidad es directamente proporcional a nuestro "elemento".

Llegados a este punto, pensaréis que, habiendo encontrado nuestro "elemento" (E), la felicidad es posible en ausencia de amor; sin embargo, no es así. Si bien conseguir nuestro elemento (segundo término de la ecuación) es igual a ser feliz; la felicidad depende directamente del amor (primer término de la ecuación). Si a=0, F=0; esto es, se anula la ecuación. Si a es negativo (desamor), la igualdad cambia de signo (infelicidad). Solo si a es positivo, el "elemento" cobra sentido, pudiendo alcanzar F valor infinito.

viernes, 26 de junio de 2015

Madre sólo hay una

Es cierto, estamos hartos de oir esta frase; sin embargo, tengo a bien utilizarla ya que nos recuerda una verdad muy importante y es que, una madre es algo extremadamente grande. Una madre no sólo nos lleva nueve meses en el vientre, sino que "sufre" toda una vida por lo que nos pase. Una madre nos conoce mejor que nadie, nada podemos ocultarle. Una madre jamás se queja, no pide nada para sí misma; en casa, se considera siempre la menos importante.

Cuando somos niños... Una madre permanece despierta hasta altas horas, no se va a la cama sin acurrucarnos. Una madre se levanta en mitad de la noche si soñamos o estamos enfermos. Una madre insiste pacientemente si no comemos, nos persigue con el bocadillo por el patio del recreo. Una madre se sienta con nosotros a hacer los deberes, nos "pregunta" la lección. Y cuando nos portamos mal, una madre nos amenaza con "sacar la zapatilla" (de goma, dolorosa) y lo hace.

Cuando somos adultos... Una madre permanece despierta cuando salimos de fiesta, no se va a la cama hasta que no llegamos. Una madre nos llama por teléfono para verificar que estamos a salvo. Una madre se preocupa porque nos alimentemos correctamente, nos persigue con "tuppers" por toda la casa. Una madre se sienta con nosotros a charlar, nos "pregunta" con quién andamos. Y cuando no damos "señales de vida", una madre no dice que se aflige pero lo hace.

En cualquier caso, una madre nos quiere por encima de todo, nos entregaría su vida, cualquier cosa podría perdonarnos. Una madre pasaria hambre con tal de alimentarnos y frío, para poder abrigarnos. Una madre se pondría en nuestro lugar en caso de enfermedad; una madre nos donaría sus órganos si hiciese falta. Una madre se intercambiaría por nosotros para que no fuesemos a la cárcel. Una madre es "puro amor", incapaz de odiar a nadie. Una madre es una heroína y no lo sabe.

martes, 23 de junio de 2015

Retrato robot del hombre ideal

Aunque suene a tópico, es verdad. Las mujeres priorizan la personalidad frente al físico en lo que respecta a la "descripción del hombre ideal", sin querer decir esto que la apariencia no sea importante. En general, las mujeres se rigen por los mismos principios de atracción sexual que los hombres; si bien es el carácter de ellos, lo que determina que los vean como "rollos" pasajeros o algo más. Leyendo el blog de Erica Jagger ("a sexy woman of a certain age"), he descubierto los rasgos principales de lo que comunmente denominamos "hombre ideal". Pasemos a enumerarlos.

En primer lugar, fortaleza interior, esto es, seguridad en uno mismo, un hombre que tiene clara su identidad, quién es, lo que quiere y lo que no. A continuación, vulnerabilidad; un hombre que no teme llorar, expresar sus sentimientos, alguien en quien se puede confiar. Después, integridad; un hombre que no finge, ni presume, ni engaña, simplemente se muestra tal y como es. Por supuesto, inteligencia; un hombre con espíritu crítico, ansias de aprendizaje y correcto en la expresión ("Hay que follarse a las mentes", Martín Hache). Unido a ella, sentido del humor; un hombre que se ríe de sí mismo, dispuesto a "hacer el tonto" si es ocasión. Fundamental, la empatía; un hombre que no se encierra en sí mismo, que comparte sus preocupaciones, que no construye muros.

Por otro lado, la generosidad; un hombre que no es tacaño con los sentimientos, que demuestra su amor, que se entrega sin reservas, al 100%. Importantísimo, el cariño; un hombre que busca siempre el contacto, que tiene gestos bonitos, que no escatima en demostraciones públicas o privadas. Además, capacidad de concentración; un hombre que presta atención al presente, que se plantea retos y los asume con calma. Por supuesto, compañerismo; un hombre que entiende el amor como algo de dos, que no ve a la mujer como una posesión, que practica la reciprocidad y la comunicación. Por último y no menos importante, seguridad en la cama; un hombre consciente de las necesidades de su pareja, dulce a la vez que pasional; en definitiva, sensual.

En muchas ocasiones, estos rasgos están camuflados en el hombre por influjo de la sociedad. De ellos, se espera que sean viriles, que muestren los rasgos que "caracterizan" a su sexo, lo que por supuesto, genera atracción en la mujer. Esto es así cuando lo que buscan unos y otras tiene "fecha de caducidad". Sin embargo, a la hora de construir un futuro juntos, lo que una mujer busca/necesita es todo lo contrario, alguien que las quiera de forma incondicional. Y aunque hay hombres que no encajan en absoluto en el perfil de "hombre ideal", hay otros, que hacen del sueño, realidad.

lunes, 22 de junio de 2015

Find the way

Una sensación generalizada a la hora de tomar decisiones importantes en la vida es el miedo a equivocarse, ya sea en términos personales, sentimentales o laborales. Si bien es cierto que nuestro tiempo es limitado y que no debemos desperdiciarlo, lo más normal es que a la hora de "encontrar nuestro camino", tomemos varios atajos que, lejos de desviarnos del mismo, y aunque nos cueste creerlo, nos acercarán más a nuestro objetivo. 

En lo que concierne al amor, es probable que antes de encontrar a la "pareja perfecta" (si tal cosa existe), nos relacionemos con personas diversas que nos enseñarán cosas, nos pondrán a prueba y nos harán pasar buenos (y también malos) momentos. Nos costará desprendernos de ellas, pondremos en duda el "pasar página"; sin embargo, lo haremos en aras de un futuro mejor. Ya sea solos o acompañados, no renunciaremos nunca a los sentimientos; merece la pena intentarlo cuando se trata de amor. 

En lo que concierne al trabajo, tendremos miles de dudas antes de saber a ciencia cierta cual será nuestra profesión. Hay quien vive obsesionado con ello, a quien le atormenta esta cuestión. Y lo peligroso es que pueda incluso, imperdirle mantener una relación. En la vida, es necesario probar distintas actividades, ilusionarse y, a veces, perder la ilusión; sin olvidar nunca lo verdaderamente importante. Si nuestra felicidad se ve comprometida por un trabajo, más vale dejarlo; no merece la pena si no se trata de amor.

Como véis, nuestro proyecto de vida no es un camino recto del que no debamos desviarnos nunca. Está muy bien eso de "tener las cosas claras" y luchar para conseguirlas pero, como ya os he dicho anteriormente, eso no siempre se logra a la primera. Tener un propósito en la vida es fundamental para no sentirse perdido, o lo que es lo mismo, saber adonde nos dirigimos. Sin embargo, a pesar de nuestras decisiones, es la vida la que se encarga de mostrarnos el camino.

jueves, 18 de junio de 2015

M5: Live in Madrid

Experimentar las prisas del metro, ir al "Starbucks" o cruzarme con algún famosete por la calle; esas pequeñas cosas que me hacen feliz. Y es que de vez en cuando, me gusta hacer una escapada a la capital, coincidiendo con eventos varios. Pues bien, la historia que hoy quiero contaros se remonta a las Navidades pasadas; cuando leyendo la Cuore, me enteré que Maroon 5 actuaban en Madrid. Y allá que nos fuimos mi hermana y yo; 24 horas, de vertiginosa actividad, como auténticas "fans".

Lunes, 10 de la mañana. Ourense. En el andén, a la espera del tren. En esto, aparece Serxio Pazos, "Paspallás" en Platos Combinados. Un señor roncando a pierna suelta en el vagón y peripecias para acertar en el baño al compás del "chacachá" del tren. Tras cinco horas de viaje, llegada a Chamartín. Gente en todas direcciones, colas en la "maquinita" de los Cercanías y la peña, que no se entera. A la salida del metro, un señor que me da con el periódico en el brazo, azuzándome a caminar. No hay tiempo para mirar el mapa, no hay tiempo para pensar; "o andas o andas".

Tras unos cuantos rodeos, llegamos al hotel. Una tailandesa muy agradable nos saluda con una sonrisa de oreja a oreja; nos llama "cariño" y nos dice que es muy fan de Maroon 5. Recargo el móvil en un locutorio cercano, donde dos niñas indias me observan curiosas tras el mostrador. Vamos a merendar, nos hacemos fotos en Callao y Javier Cámara, que pasa a nuestro lado. Intentamos ir al super y está "petado"; la cola en la caja parece la del paro y en Madrid, que no abundan los supermercados. Nos customizamos; como buenas fans y al metro que nos vamos.

En Goya, ambientazo; miles de personas ansiosas por entrar al Palacio. Tomamos posición para disfrutar del espectáculo; el recinto, poco a poco, se va llenando. Actúa Nick Gardner; nadie lo concoce, tres veces se presenta el pobre muchacho. Después, aparece el grupo Magic; el cantante, que parece Jesucristo vestido de blanco, se contonea en el escenario. Las luces se apagan, suenan aullidos y Adam Levine hace su aparición estelar vestido de esqueleto; rugidos atronadores en el palacio. Hora y media de concierto; grandes éxitos, espectaculares agudos y una guitarra eléctrica rosa, protagonista en el escenario. A la salida, metro colapsado. Un señor vestido de naranja grita, "vamos, que arranca la carraca". Y echamos a correr, con "cuidado para no introducir el pie entre coche y andén".

Martes, 10 de la mañana. Madrid. Paseo por el centro de la ciudad y en Sol, con el cantante de Magic y su novia nos encontramos. Visita obligada al FNAC de Preciados y unos minutos de descanso, "a relaxing ... in Plaza Mayor". Un señor que duerme sentado en los soportales. Y nos compramos el bocata de calamares. El tiempo apremia, cogemos de nuevo el metro hasta Méndez Álvaro. A la estación de autobuses, le han "lavado la cara"; parece un aeropuerto con "zonas de embarque". Seis horas y media hasta Lugo, viajando con ALSA bus y con una señora alemana muy maja al lado.

miércoles, 10 de junio de 2015

La excelencia de la mediocridad

En los tiempo que corren, la sociedad nos dice que, en lo que concierne a nuestra vida profesional, hemos de especializarnos en algo porque, ciertamente "no se puede ser bueno en todo". A mi modo de ver, la "fiebre de la especialización" se basa en la idea de "ser el mejor" en un determinado campo, sacrificando para ello todo lo demás. Hay personas, sin embargo, que prefieren no "destacar" en nada y tener una amplia cultura general; personas que eligen tener una "visión holística de la realidad".

Recientemente, en una entrevista de trabajo, me formularon la siguiente pregunta. "¿No cree usted que el hecho de dedicarse a actividades tan diversas se opone a la idea que tenemos del científico tradicional?". Mi respuesta fue esta. "En absoluto, más bien lo contrario; el que tiene los ojos abiertos al mundo, es capaz de ver cosas que otros no ven". Y me remití al clásico ejemplo... "Las clases de Lenguaje de Signos me sirvieron para adquirir mayor destreza con las pipetas"; asociación clara entre el laboratorio y las Humanidades.

Partiendo de mi escasa experiencia, me gustaría mostraros cómo elementos aparentemente desligados, ciertamente tienen relación. Y es que la realidad es una, aunque podamos verla desde mil y una perspectivas distintas. A este respecto, me viene a la mente el eterno conflicto entre arte y ciencia; en el que me veo inmersa a diario por dedicarme a la investigación. Mis compañeros alegan  que "la ciencia soluciona problemas; el arte, no". Yo me opongo, soy una "esquirol". Será por mi hemisferio derecho que no pienso de forma analítica.

Uno de los mayores peligros de dedicarse en cuerpo y alma a una única actividad es la pérdida de creatividad, lo que conduce en ocasiones, a la desilusión. En mi humilde opinión, la clave para triunfar en la vida es abrir la mente, probar distintas posibilidades y aprender algo nuevo cada día; lo que los expertos denominan "to think outside the box". Salvo cuando de vocaciones se trate, la plenitud personal no se alcanza por medio de la excelencia profesional; sino de lo que errónameante se califica como "mediocridad".

lunes, 8 de junio de 2015

Yo nunca

Supongo que os sonará de algo el título de este post. Todos hemos jugado al "Yo nunca" alguna vez; y lo más seguro es que con alcohol de por medio. Como sabéis, el propósito de dicho juego no es otro que desvelar los secretos mejor guardados de sus participantes, especialmente los más morbosos. Yo, no hablaré de cuestiones íntimas pero sí, de asuntos personales (que según el registro de visitas de mi blog, os resultan más interesantes).

Yo nunca creí que fuese a "necesitar" a alguien, que añorase ver su cara al despertar o sus mimos al acostarme. Yo nunca pensé que alguien pudiese ocupar mi pensamiento de forma permanente, y echar de menos su olor, sus abrazos, su aliento. Yo nunca creí que, día tras día, fuese a dar los buenos días y las buenas noches a alguien. Yo nunca pensé que un hombre confiaría más que yo misma en mis capacidades.

Yo nunca creí que alguien me haría sentir más guapa, ganar confianza, ponerme elegante. Yo nunca pensé que alguien tuviese la paciencia de sentarse conmigo al volante. Yo nunca creí que alguien podría contagiarme su pasión por la cocina, la cultura y el arte. Yo nunca pensé que alguien pudiese entenderme con solo mirarme. Yo nunca creí que un hombre fuese capaz durante más de dos horas  seguidas de aguantarme.

Yo nunca creí que fuese a replantearme mi futuro, es más, nunca creí que fuese a "pensar en futuro". Yo nunca pensé pronunciar esas dos palabras. Yo nunca creí estremecerme con un sólo gesto, con unas caricias; yo nunca pensé en volverme adicta a sus besos. Yo nunca creí que me costaría tanto colgar el teléfono, despedirme, separarnos. Yo nunca pensé que podría ser más feliz de lo que soy. Yo nunca creí que fuese a enamorarme.

jueves, 4 de junio de 2015

Un querer incondicional

"En lo bueno y en lo malo", "en las duras y en las maduras", "en la salud y en la enfermedad"; así es como todos deseamos que nos quieran. Si bien esta máxima suele identificarse con las relaciones de pareja, el amor romántico no es la única fuente de amor incondicional (aunque sí la más potente, para qué negarlo). Son la familia y los amigos los que, en muchas ocasiones, nos proporcionan esa clase de amor; que está por encima de todo, que perdona y que nunca se da por vencido.

En primer lugar, la familia nos consiente cosas que ninguna otra persona consentiria. Con la familia, tenemos licencia para enfadarnos, dar voces o ser descuidados (y muchas veces abusamos). Seguramente nos den reprimendas pero jamás reniegan de nosotros y nos dan la espalda. Están ahí en los malos momentos, nos cuidan cuando sobreviene la enfermedad. Nos instan a ser mejores pero no nos lo exigen. No nos reprochan nuestros fracasos sino que nos convencen para seguir luchando. Nos aceptan tal y como somos.

Los amigos, por su parte, son "la familia que se elige". Con los amigos, tenemos licencia para hacer el tonto, estar de bajón y a veces, tomarnos atribuciones (excediendo incluso los límites de la confianza). Seguramente nos "digan las verdades" pero jamás con la intención de herirnos, sino de abrirnos los ojos. Están ahí para compartir esas cosas que la familia no sabe. Se preocupan por nuestros avatares y son los primeros en arrimar el hombro en asuntos del corazón. Nos instan a no rendirnos. Nos recuerdan que tenemos derecho a ser felices. 

Como véis, la familia y los amigos son una constante en nuestra vida y, por eso, no debemos descuidarlos. A ellos recurrimos en los momentos críticos; en su amor, nos refugiamos. Cuando una pareja nos abandona, es en ellos en quien buscamos consuelo. Simple y llanamente porque tenemos la certeza de que "están ahí". Y si resulta que encontramos a alguien que nos quiera como ellos nos quieren, es decir, de forma incondicional, no nos queda más que sentirnos muy afortunados.

miércoles, 3 de junio de 2015

La primera vez

Hay un dicho muy célebre y es que "para todo, hay una primera vez"; ya sea en lo que respecta a las relaciones personales, a los proyectos que iniciamos o a cualquier nueva experiencia. Al margen de lo que se conoce como "suerte del principiante", es muy común que las cosas no nos salgan bien a la primera y que precisemos de paciencia, esfuerzo y dedicación, cuando vamos en pos de un sueño. Veamos algunos ejemplos de que "no siempre la primera vez es la buena o la definitiva".

En lo que concierne al amor, en nuestras primeras relaciones, somos inexpertos, no tenemos claro lo que queremos; quizás nos conformemos con la compañía de una persona que simplemente, nos hace sentir bien. Sin embargo, a la larga, cuando nuestros sentimientos evolucionan, aspiramos a más, a encontrar a alguien cuya sola presencia hace que nos estremezcamos; esa persona que nos ayuda a comprender en qué consiste el amor. Después de "entregar nuestra flor", después de probar las mieles del noviazgo, estamos preparados para conocer el verdadero amor; y esa es realmente "la primera vez".

En el ámbito de los estudios y el trabajo, sucede algo parecido. A excepción de unos cuantos afortunados, es altamente improbable que, como digo yo, "encontremos nuestro sitio" a la primera. Quizás estudiemos una carrera y a la larga, empecemos otra. Quizás encadenemos unos cuantos trabajos, que nos proporcionen sustento, hasta dedicarnos a aquello que realmente nos interesa. Conozco unos cuantos casos: ingeniera agrónoma dando clases de baile y teatro, licenciada en biología dirigiendo proyectos docentes en Cáritas, veterinaria ayudando a los demás...

Como véis, la plenitud en la vida no se consigue a la primera de cambio; sino que es fruto de la experimentación y la búsqueda constante. Casi seguro que no es nuestra primera pareja, la que nos hace realmente feliz. Casi seguro que no es nuestro primer trabajo el que siempre soñamos. Casi nunca es la primera opción, la que nos hace sentir plenos. Sin embargo, no debemos perder la esperanza ni renunciar a lo que queremos; al contrario, debemos luchar por hacer realidad nuestros sueños.

lunes, 1 de junio de 2015

El triple filtro de Sócrates

A pesar de que el cotilleo cumple una función clave como mecanismo de cohesión social, existen límites que con frecuencia sobrepasamos; somos proclives a juzgar a las personas. Cuando nos inmiscuimos en la vida de los demás, cuando exigimos tener constancia de todas sus acciones o cuando presuponemos actitudes o comportamientos. En todo caso, hablar/escuchar hablar mal de las personas (sobretodo aquellas a las que queremos) es algo que rompe nuestra armonía interior. 

Personalmente, nunca me ha gustado dar crédito a las habladurías; avogo por la presunción de inocencia. Hay, por el contrario, personas que hacen juicios de otros basados en rumores, lo que les conduce a pensar "la gente es mala hasta que demuestre lo contrario". Si bien en muchos casos, los cotilleos nacen de sucesos verídicos, se distorsionan a medida que van pasando de boca en boca. Pues bien, me gustaría explicaros lo que el bueno de Sócrates solía pensar al respecto.

Cuando alguien nos transmite información acerca de otra persona, antes de emitir un juicio, lo más cauto es aplicar el triple filtro: verdad, bondad y utilidad. Se trataría de cuestionar, en primer lugar, cuan segura está la persona de que eso que dice es cierto. A continuación, se le demandaría si es bueno o malo, careciendo de sentido el saberlo en el segundo caso. Por último, habría que reflexionar sobre la finalidad del comentario en cuestión, pensar si nos reporta beneficio o es vacuo en esencia.

La aplicación del triple filtro de Sócrates nos conduce a la siguiente conclusión. "Si no estás seguro de que sea cierto, si no es bueno ni tampoco útil lo que vas a decirme, para qué saberlo". Habrá gente que piense que esta práctica está asociada a una actitud ingenua hacia las personas, o incluso, "vivir en un mundo de color de rosa". Yo, no castigo el hecho de "hablar de los demás" (que todos lo hacemos); sólo fomento el espíritu crítico y la libertad personal. Para mí, "todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario".