lunes, 21 de abril de 2014

Esos locos bajitos

Volver a casa en vacaciones es muy gratificante. En fechas señaladas, véase Semana Santa o Navidad, la gente acude a visitar a sus familias y es entonces cuando se producen encuentros casuales con aquellos con quienes compartimos nuestra infancia (en la calle, en una cafetería o en la cola del cine). Aunque unos pocos permanecen en su ciudad de origen; la gran mayoría cambia de residencia al iniciar la universidad. Lo bonito del asunto es que en algún momento todos vuelven a reunirse en torno al que fuera el epicentro de sus vidas durante la tierna infancia, el colegio. Lo más probable es que haya transcurrido mucho tiempo desde la última vez (en ocasiones años), pero en todo caso, volver a ver a esas personas nos trae a la mente gratos recuerdos.
Recuerdo que hubo un tiempo en el que vivimos sin preocupaciones, los protagonistas eran “esos locos bajitos”, la película “aquellos maravillosos años”. Nuestras únicas obligaciones eran preparar la mochila, tener una libreta para cada asignatura y hacer los deberes viendo el “Xabarín club” (mis favoritos, Dragon Ball y El mundo de Beakman). Por aquel entonces, no teníamos Whatsap pero sí Tamagotchi. Coleccionábamos tazos, gogos y cromos de Panini. Mención de honor a aquellos que completaban el álbum, porque a todos nos faltaban los mismos. Jugábamos a la comba, al truco, al brilé, al “declaro la guerra a mi peor enemigo” (si alguien recuerda el nombre de ese juego, agradezco lo apunte) y, por supuesto, a las palmas. Descubrimos curiosos objetos como el yoyó, la peonza o el diavolo.
En clase de música, aprendimos a tocar el xilófono, el triángulo y la flauta (al ritmo de TI MI LI). En clase de gimnasia, aprendimos a respirar (“dentro, dentro, dentro… fuera”). En clase de plástica, hicimos nuestras pequeñas obras de arte con palillos y plastilina. Pero sin duda, los sucesos más importantes acaecieron en el patio del cole. Pues allí experimentamos nuestros primeros amores y desamores; dimos también nuestros primeros besos (aunque fuera jugando a “Toma tomate tómalo”). Sufrimos caídas jugando al caza-niños/as; nos vimos obligados a ingerir las hojas de los árboles en otoño, imitamos a las “Spice Girls” y disputamos partidillos de fútbol y voleibol, entre otras muchas cosas.
Como sabéis el tiempo no se detiene y las personas han de separarse para forjar su propio camino. Pero de vez en cuando, se apodera de nosotros la melancolía. Y pasados los años, nos rencontramos con nuestros compañeros del cole y nos alegramos de que les vaya bien la vida, de que hayan encontrado pareja o de que hayan montado su propio negocio. Pues “esos locos bajitos” se habrán convertido en médicos, periodistas, fisioterapeutas, profesores, ingenieros, psicólogos o músicos de éxito.

1 comentario:

  1. Y la vida de esos locos bajitos se prolonga hasta la Universidad, donde siguen en estado de guardería y algunos aun lo prolongan más con becas y docctorados, y siguen como locos bajitos hasta la jubilación...

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