jueves, 10 de abril de 2014

Relaciones y signos ortográficos

Una de las primeras cosas que nos enseñan en las clases de lengua son los signos ortográficos, indispensables para ordenar las ideas en un texto y, evitar así, ambigüedades. Como sabréis, los signos ortográficos representan pausas de duración variable: desde una coma, que nos permite tomar aliento, hasta un punto final, cuando no queda nada por decir. Entre uno y otro, una amplia gama de pausas: punto y coma, punto y seguido y punto y aparte (con mención especial al paréntesis y los puntos suspensivos). Hasta aquí nada que no supiéseis ya. Pero... habéis pensado cómo los signos de puntuación están presentes en las relaciones humanas? Estoy segura que todos lo habéis experimentado, en mayor o menor medida.

En mi opinión, son las pausas las que otorgan valor al contenido. Y los silencios los que, en muchas ocasiones, dicen más que las palabras. Intentaré demostraros ahora como de forma inconsciente "puntuamos" nuestras relaciones. Ponemos un punto y seguido cuando nos despedimos de nuestros compañeros de trabajo al terminar la jornada o de nuestros compañeros de piso antes de acostarnos; pues al día siguiente, volvemos a verlos; nuestras preocupaciones son más o menos las mismas y, la pausa es tan breve, que no da tiempo a echarnos de menos. Ponemos un punto y aparte cuando decimos adiós a un amigo que se marcha temporalmente o cuando iniciamos una nueva etapa en nuestra vida; pasamos tiempo sin ver a aquellos a los que queremos, vivimos nuevas experiencias y tenemos mucho de lo que hablar; en este caso, la pausa es más larga y nos da tiempo a reflexionar sobre la separación, pudiendo ocurrir dos cosas, que realmente extrañemos a esas personas o que nos demos cuenta de que no eran tan importantes como creíamos (el tiempo dirá). Ponemos punto final cuando cerramos un capítulo (más o menos doloroso) de nuestra vida y decidimos no volver a ver a ciertas personas, porque ya no las extrañamos, ni tenemos cosas que decirle (a excepción de "que te vaya bien"); en resumidas cuentas, no las necesitamos.

El problema surge cuando nos olvidamos de realizar las puntualizaciones necesarias y, no sabemos en qué fase nos encontramos (es aquí donde entra la ambigüedad que caracteriza a ciertas personas). Lo que está claro es que para iniciar un nuevo capítulo es necesario poner punto final al anterior (pues no hay nada peor que la incertidumbre). Si lo que precisamos es reflexionar, hacemos uso del paréntesis (kit-kat, stand-by, etc.). Y si no sabemos lo que queremos, utilizamos los puntos suspensivos, dejando que nuestro interlocutor sea quien decida qué creer. En todo caso, solo los valientes se expresan con claridad.

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