martes, 18 de marzo de 2014

Felicidades Papá

Si hace un tiempo os hablé de la maternidad; en el día de hoy, quiero compartir con vosotros lo que a mi modo de ver implica ser padre. En primer lugar, me gustaría daros unas pinceladas de psicología evolutiva (pues acabo de leer un libro sobre el tema de lo más interesante); después tomando el ejemplo de mi propio padre, intentaré extrapolar rasgos aplicables a los demás. Todo ello para concluir que tener un hijo suele ser más difícil para el hombre que para la mujer, con el mérito añadido que supone ser un buen padre como es el mío.

Algo que la ciencia ha demostrado es que el hombre está programado biológicamente para esparcir sus genes en tantas ocasiones como sea posible. Este instinto primario lo gestiona la testosterona liberada tras la percepción de estímulos visuales indicativos de juventud y fertilidad en la mujer (de sobra conocidos por unos y otras). Se trata pues de una cuestión evolutiva para asegurar la perpetuación de la especie. Si bien esta hormona era la responsable en el pasado de que los hombres fuesen buenos cazadores, asegurando así la supervivencia de su progenie; en el presente, altos niveles de testosterona se relacionan con una buena posición social y con la posesión de recursos que los hacen atractivos a ojos del sexo femenino (o dicho de otra forma, buenos padres para sus hijos). El fundamento biológico del comportamiento masculino es el mismo ahora que antaño; solo que los tiempos han cambiado.

Ser padre no es sólo engendrar un hijo; ser padre es mucho más. Dada la debilidad que las madres suelen sentir por sus hijos; es a los padres a quien les toca normalmente encarnar la autoridad en el núcleo familiar. Y esta no es una tarea fácil, ya que ser padre implica dar una reprimenda a un hijo cuando internamente lo que se desea es abrazarlo (más difícil todavía cuando miran con los ojos del gato de Shrek). Ser padre es quitar los rodines de la bici cuando todavía el niño no está listo y se balancea peligrosamente para los lados (y rezar para que no se lastime). Ser padre es cargar a los hijos en brazos cuando se quedan dormidos en el coche para no despertarlos (para mí, máxima demostración de ternura). Ser padre es, cuando toca, alejarse de los hijos para ganarse el pan para alimentarlos y que el corazón se encoja cuando estos no entienden dicha ausencia. Ser padre es sacrificarse trabajando para que un hijo tenga todo lo que él no tuvo; ser padre es estar dispuesto a renunciar a los propios sueños para darle a un hijo el mejor futuro posible.

A la vista de lo anterior, os estaréis preguntando cómo un hombre puede enfrentarse a su propio  instinto y convertirse en el mejor de los padres. El mío y muchos otros lo han logrado. La clave, entre otras cosas, está en la oxitocina, que empuja a los varones a comprometerse y les insta a la protección y cuidado de la familia. Pero además, los padres han aprendido a gestionar en silencio sus emociones; mostrando fortaleza en todo momento y convirtiéndose en ejemplos a seguir para sus hijos. Por eso a pesar de no llevar capa ni derrotar a malvados villanos, los padres de hoy en día son auténticos héroes. Y el mío es simplemente PERFECTO.

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