Algo que la ciencia ha demostrado
es que el hombre está programado biológicamente para esparcir sus genes en
tantas ocasiones como sea posible. Este instinto primario lo gestiona la
testosterona liberada tras la percepción de estímulos visuales indicativos de
juventud y fertilidad en la mujer (de sobra conocidos por unos y otras). Se
trata pues de una cuestión evolutiva para asegurar la perpetuación de la
especie. Si bien esta hormona era la responsable en el pasado de que los
hombres fuesen buenos cazadores, asegurando así la supervivencia de su
progenie; en el presente, altos niveles de testosterona se relacionan con una buena
posición social y con la posesión de recursos que los hacen atractivos a ojos
del sexo femenino (o dicho de otra forma, buenos padres para sus hijos). El
fundamento biológico del comportamiento masculino es el mismo ahora que antaño;
solo que los tiempos han cambiado.
Ser padre no es sólo engendrar un
hijo; ser padre es mucho más. Dada la debilidad que las madres suelen sentir
por sus hijos; es a los padres a quien les toca normalmente encarnar la
autoridad en el núcleo familiar. Y esta no es una tarea fácil, ya que ser padre
implica dar una reprimenda a un hijo cuando internamente lo que se desea es
abrazarlo (más difícil todavía cuando miran con los ojos del gato de Shrek). Ser
padre es quitar los rodines de la bici cuando todavía el niño no está listo y
se balancea peligrosamente para los lados (y rezar para que no se lastime). Ser
padre es cargar a los hijos en brazos cuando se quedan dormidos en el coche para
no despertarlos (para mí, máxima demostración de ternura). Ser padre es, cuando
toca, alejarse de los hijos para ganarse el pan para alimentarlos y que el
corazón se encoja cuando estos no entienden dicha ausencia. Ser padre es
sacrificarse trabajando para que un hijo tenga todo lo que él no tuvo; ser
padre es estar dispuesto a renunciar a los propios sueños para darle a un hijo
el mejor futuro posible.
A la vista de lo anterior, os
estaréis preguntando cómo un hombre puede enfrentarse a su propio instinto y convertirse en el mejor de los
padres. El mío y muchos otros lo han logrado. La clave, entre otras cosas, está
en la oxitocina, que empuja a los varones a comprometerse y les insta a la
protección y cuidado de la familia. Pero además, los padres han aprendido a
gestionar en silencio sus emociones; mostrando fortaleza en todo momento y
convirtiéndose en ejemplos a seguir para sus hijos. Por eso a pesar de no
llevar capa ni derrotar a malvados villanos, los padres de hoy en día son
auténticos héroes. Y el mío es simplemente PERFECTO.
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