jueves, 22 de mayo de 2014

No es casualidad ni tampoco destino

Como ya os habréis percatado, yo no creo en las casualidades. Quizás sea deformación profesional, quizás naturaleza curiosa; pero a mí, me gusta pensar que todo lo que nos sucede en la vida tiene una razón de ser. Que las personas con las que nos cruzamos en el camino, no lo hacen de forma accidental y, que las decisiones que tomamos, aun sin ser conscientes de ello, obedecen a un fin que no podemos ni imaginar.
No hablo aqui del trágico destino que nos muestra la literatura (fátum, hado, sino o como queráis llamarle), que guía la vida humana a un fin ineludible y casi siempre fatal. Me refiero al plan que la vida tiene para nosotros. Aunque es cierto que las personas labramos nuestro propio futuro mediante la toma de decisiones (a través del ejercicio del libre albedrío), existen gran cantidad de variables que escapan a nuestro control y, que llamamos frecuentemente "imprevistos". Pues al final, las cosas no siempre son como planeamos que sean (o como nos gustaría que fueran), sino simplemente como tienen que ser.

Y si lo que nos sucede a lo largo de la vida no es casualidad ni tampoco fruto del destino, qué es entonces? Ni más ni menos que SERENDIPIA. Extraño término para referirse a aquello que siendo posible, es poco probable, y sucede de forma inesperada cuando buscamos algo distinto. Si bien no es aconsejable obsesionarse con ello (ni permitir que se convierta en delirio); tampoco lo es, cerrar los ojos a los mensajes que la vida nos manda. Dice Paulo Coelho que "cuando quieres algo, todo el universo conspira para que realices tu deseo". Las pruebas de la veracidad de tal afirmación las encontramos en el ámbito de la ciencia, en el arte, en las increíbles historias que circulan por la red (para más información, wikipedia) y lo que es más sorprendente aún, en nuestra vida diaria.

En ocasiones, la serendipia se materializa en forma de una persona a la que conocemos de forma "aparentemente" casual, a la que abordamos para preguntarle por el paradero de otra, con la que entablamos conversación y experimentamos una conexión especial (al menos por una de las partes). A dicha persona la vemos puntualmente en bares o lugares que frecuentamos; descubrimos que tenemos conocidos comunes (hallazgo vano en la época "Social Network"); nos la cruzamos por la calle varias veces en cuestión de días, coincidimos en determinadas ocasiones, hallamos su número de teléfono en el móvil de un amigo al que hace poco que conocemos o en un anuncio que nos envían al correo. Con esa persona no tenemos contacto alguno durante largos períodos de tiempo, no hablamos, ni tampoco sabemos de su vida; pero la recordamos eventualmente, con la sensación de que en un futuro más o menos lejano volveremos a encontrarnos (y lo más seguro es que no nos equivocamos).

Los sucesos que acabo de relatar son plenamente plausibles cuando hablamos de una pequeña ciudad (donde las probabilidades se multiplican), pero el hecho de que dichos encuentros se produzcan de forma aislada (a la par que reiterada) y en momentos clave de nuestra vida, nos hace pensar, en todo caso, que van más allá de la casualidad. Puede que, como decía mi buen amigo Paulo, el universo nos cruce con esas personas para ayudarnos a transitar un cambio y para enseñarnos que las cosas no son siempre como desearíamos que fueran. Esas personas, como dicen los ingleses, "are meant to be in our lives".

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