viernes, 13 de febrero de 2015

Confesiones de una mujer enamorada

Cuando me mira, me habla. El tiempo se detiene y nuestros ojos, abren las puertas a nuestras almas; entonces, ya no necesitamos las palabras. Cuando lloro, llora él; y son sus ojos, los que derraman mis lágrimas. Cuando río, ríe él, y de su boca, salen mis carcajadas. Cuando le digo "no me dejes, no te vayas" y él, quiere decirme "esas dos palabras". Cuando me abraza, me quedo callada; oigo latir mi corazón en su pecho; y en ese momento, me doy cuenta de que estoy enamorada.

Cuando estamos separados, pienso en él, y una "sonrisa tonta" se dibuja en mi cara; ando "torpe" y despistada; feliz "en la parra". Cuando algo importante me pasa, siento la necesidad de contárselo a él en primera instancia. Cuando pasamos días sin vernos, caigo en la cuenta de que lo echo en falta. Cuando hablo de él a mis amigos, se me ilumina la cara. Cuando sueño con él, es porque es parte de mí. Nada puedo hacer ya, es a él a quien "esperaba".

Cuando estamos juntos, no me importan los demás, no atiendo mensajes ni llamadas. Cuando pasamos horas y horas hablando y más horas, sin decir nada. Cuando hacemos cosas juntos, el tiempo vuela, "me sabe a poco", no me rinde nada. Cuando tiene un detalle conmigo; cuando es tierno, me quedo anonadada. Cuando me doy cuenta que la realidad es mejor que cualquiera de mis sueños. Él llena mi vida de "primeras veces"; para él, tenía muchas cosas guardadas.

Cuando se preocupa por mí, me hace sentir querida y protegida, una niña entre sus brazos. Cuando me acaricia, me hace sentir segura y deseada, mujer, al fin y al cabo. Cuando me escucha y se interesa por mis cosas, tengo ganas de confesarle todo, de no guardarme nada. Cuando dice que me querría igual "vieja, gorda o sin dientes"; que lo que le gusta de mí va más allá del físico, de la personalidad; mi capacidad de amar es lo que él ama. Entonces, me doy cuenta, de que soy muy afortunada. 

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