lunes, 2 de febrero de 2015

Las curvas del amor

Cuando la gente me pregunta cual es mi profesión, me gusta responder "investigadora de la vida". Con este término no me refiero a la investigación en ciencias (de la vida), a la que me dedico en mi trabajo; sino a la investigación en las relaciones humanas, a la que me dedico en mi tiempo libre y es, si cabe, aún más fascinante. Mientras que la investigación en ciencia se fundamenta en la observación de la naturaleza, la "investigación en la vida", se basa en la observación de las interacciones humanas. Ambas parten de la observación y en ambas, es posible establecer patrones; aunque en el segundo caso, sean difícilmente demostrables por estar implicados los sentimientos.

Buscando asociaciones entre elementos aparentemente desligados, me he percatado de la relación existente entre las matemáticas y el que viene siendo nuestro sentimiento favorito, el amor. Cómo llegué a establecer semejante asociación es un misterio (apareció de repente); lo que sí, es que la idea surgió fruto de una interesante conversación.
Os explicaré lo que he descubierto, y es que el amor es una función que se puede representar. A pesar de que son muchos los factores que condicionan la f(amor), el más importante es el hecho de ser o no correspondido; lo que genera una curva exponencial o hiperbólica, respectivamente. La variable independiente, que no podemos controlar, sería el amor del otro (eje x). La variable dependiente, condicionada a la anterior, sería el amor que nosotros sentimos (eje y).

AMOR CORRESPONDIDO. CURVA EXPONENCIAL. Cuando la otra persona nos corresponde, nuestro amor crece de forma ilimitada; diría yo, tiende al infinito. Es una curva similar a la del crecimiento demográfico.

AMOR NO CORRESPONDIDO. CURVA HIPERBÓLICA. Cuando la otra persona no nos corresponde, nuestro amor crece hasta alcanzar un máximo, por encima del cual, "no va más". Es una curva similar a la de la saturación enzimática.



Como véis, en ambos casos existe una primera fase de crecimiento rápido, lo que se traduce en la posibilidad que tenemos de amar a otro (y hacerlo de verdad), aun no siendo correspondidos. La diferencia radica pues en la segunda fase, en la que el crecimiento de nuestro amor sólo es posible si existe retroalimentacíón por la otra parte; en ausencia de la cual, se estanca. En el segundo caso, la probabilidad de que la función decrezca, esto es, caiga en picado, es significativamente mayor.

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