A los del interior, se nos ilumina la cara cuando
avistamos el mar desde la carretera. Abrimos la ventanilla del coche; dejamos
que el aire embargue nuestros pulmones y soltamos frases del tipo “huele a mar”.
Nos pasamos el día metidos en el agua, disfrutamos de las olas; porque fuera
nos arde la piel. Llevamos sombrilla y crema solar pantalla total (para blanco
nuclear). Nos bañamos con sombrero y gafas de sol, al estilo Sara Montiel. Lucimos
con orgullo nuestro bronceado “código de barras”; el de andar por ahí al sol, colorcillo
en brazos y piernas, barriga lechosa. Nos hartamos de comer marisco y decimos
eso de que “en la costa, sabe mejor”. Los de Ourense invadimos Samil; los de
Lugo, Barreiros; los de Santiago, Noia y alrededores. Eso, algún que otro día.
A los del interior, se nos ilumina la cara cuando
vemos un charco en los días calurosos; nos refrescamos como podemos; en
piscinas, fuentes o con mangueras. Cerramos las ventanas de casa y soltamos
frases del tipo “non se para” o “mi madriña, que calor vai”. Nos pasamos el día
metidos en la bodega, jugamos a las cartas; porque fuera no podemos respirar.
Llevamos gorra si vamos al bar (y a la partida jugar). Entornamos el sol con la
mano, al más puro estilo rural. A la “noitiña”, salimos a pasear; nos ponemos
bermudas y manga corta para coger algo de color. Nos atrevemos a comer cocido,
callos y potajes en las fiestas; yo digo, ojo a la posible indigestión. Los de
la ciudad invadimos las aldeas; andamos de verbena de aquí para allá. Eso, la
mayor parte de los días.
Aunque es agradable despertarse con el sonido de las gaviotas; los del interior, nos quedamos con el canto del gallo por la mañana temprano. Aunque está bien no tener que usar chaqueta en todo el día; los del interior; optamos por ponérnosla al amanecer y cuando “empeza a refrescar”. Aunque nos guste conversar en una terraza o un chiringuito; los del interior; preferimos hacerlo en la huerta o en una banqueta del lugar. Aunque, de vez en cuando, comamos pescado o productos del mar; los del interior; elegimos la carne, el producto animal. Y aunque nos encanten las olas y a pesar de la increíble frialdad del agua fluvial; los del interior, nos decantamos por la montaña y el río y no, por la playa y el mar.
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