viernes, 29 de agosto de 2014

Réquiem por el príncipe azul

Los que me conocen, lo saben. Siempre me han gustado las películas de Disney. De pequeña, como tantas otras niñas, me enamoré de Aladdín, de John Smith, de Eric y de Adam (Bestia); los príncipes de los cuentos de hadas (aunque en sus inicios Aladdín fuese ladrón y por cierto, mi favorito). Apuestos y encantadores por definición; destinados a ser héroes y moldeados gracias al poder del amor. Una vana ilusión; porque estos cuentos escritos a principios del siglo XIX, no son aplicables al mundo de hoy. En aquel momento, las mujeres no tenían demasiados derechos ni las niñas grandes sueños aparte de encontrar un hombre que cambiara sus vidas. Ahora, las cosas han cambiado. El problema surge cuando persiste en ellas la impronta de la infancia.

En nuestra generación, son muchas las mujeres que siguen viviendo con la idea de que, en alguna parte, hay un príncipe azul, que vendrá a salvarlas y a convertir sus vidas en perfectas. Creer que hay una persona por ahí cuya única finalidad en la vida es venir a rescatarlas es muy peligroso; las infantiliza psicológicamente. La cuestión es que cuando descubren que eso es solo una ilusión, un mito, se vuelven inseguras; se sienten incompetentes al no conseguir materializar su sueño en la vida real, lo que daña gravemente su autoestima.  Muchas mujeres llegan incluso, a creerse fracasadas por no haber encontrado a su príncipe azul, por no casarse con ese tipo de hombre (que no existe) o directamente no casarse. Nada más lejos de la realidad. Porque es posible ser princesa, aún no teniendo príncipe.

Llegados a este punto, me tomo la licencia de transcribir un párrafo del libro "Hombres tóxicos" de Lillian Glass. "Y por qué no verse como una joven princesa que consigue las cosas por sí misma o que ayuda a otros a conseguirlas? Y por qué no aprender que una damisela no está necesariamente en apuros y que no hace falta que la rescate ni que la ayude nadie? Por qué no decirte a ti misma que eres una mujer fuerte y capaz y no una víctima en apuros? Y recordarte que la belleza no está en el exterior (y que no tiene forma de bonito vestido ni de corona) sino en el interior? Y que las buenas obras, las capacidades propias y el hecho de ser amable y cariñosa con los demás es lo que hace verdaderamente bella a una princesa?"

Una reflexión interesante, a la que me permito añadir un par de observaciones. Aunque en la vida real, existen hombres apuestos y encantadores (con potencial para ser príncipes azules); a diferencia de los cuentos, estos no están destinados a aparecer en nuestra vida (quizás, nos los encontramos casualmente) y lo más importante, no podemos cambiarlos a través del amor (simplemente, son como son). Ni volar con ellos en una alfombra mágica. Ni enseñarlos a ser tolerantes. Ni encandilarlos con nuestros cantos. Ni abrirles los ojos a la verdadera belleza. Porque nada tenemos que ver con Jasmine, Pocahontas, Ariel o Bella.

PS. He de confesar que yo también creí no hace mucho que "Un mundo ideal" era posible. Ahora, he aprendido que los cuentos son eso, cuentos. Epitafio sugerido,  "PRÍNCIPE AZUL, DEP. No te olvidamos".

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