martes, 26 de agosto de 2014

Coronar la pirámide de Maslow

Los seres humanos buscamos incesantemente sentirnos realizados; la cima de la pirámide de Maslow de nuestras necesidades; o lo que es lo mismo, el objetivo último de nuestra existencia. Algunas personas focalizan la búsqueda de la propia realización (o sentimiento de plenitud) en el amor y la ayuda a los demás; otras, lo hacen en el trabajo o en la posesión de una casa. En todo caso, para alcanzar la cumbre del crecimiento personal es necesario transitar por todos y cada uno de los escalones que constituyen dicha pirámide.

FISIOLOGÍA. La base de la pirámide la constituyen nuestras necesidades fisiológicas; comida, agua, vivienda, aire o calor. Mientras somos pequeños, son nuestros padres quienes cubren dichas necesidades; cuando estamos capacitados para ello, nosotros mismos somos quienes las solventamos (o al menos, a eso aspiramos). En los países occidentales porque vivimos en la abundancia; olvidamos con frecuencia su importancia. En los países sin recursos, en cambio, es la única y exclusiva preocupación de la población. Subir el primer nivel; privilegio del que vive en un país “rico”.

SEGURIDAD. Una vez que disponemos de alimento y hogar, pasamos a preocuparnos por cuestiones como la seguridad física, el trabajo o los recursos. Es a este nivel donde entran en juego la salud y la enfermedad; la primera para alentarnos en nuestra búsqueda de plenitud, la segunda para estancarnos en la sola supervivencia –o quizás no- (el libro “Bajo la misma estrella” me ha enseñado lo contrario). Cuando gozamos de buena salud, estamos capacitados para trabajar y salvaguardar nuestra propia existencia. Subir el segundo nivel; privilegio del que está sano.

AFILIACIÓN. Cuando disponemos de bienestar físico y mental, cultivamos las relaciones personales; buscamos el afecto de los demás, nos volcamos en la familia; perseguimos incansablemente el amor. La conexión con los otros, dada nuestra naturaleza social, es una condición indispensable para el crecimiento personal; nos conocemos a nosotros mismos a través de las relaciones con los demás. En esta fase, el miedo al rechazo constituye una traba fundamental en nuestra búsqueda de plenitud. Cuando nos sentimos conectados, somos capaces de trabajar en equipo y ayudar a los otros. Subir el tercer nivel; privilegio del que da y recibe amor.

RECONOCIMIENTO. Cuando establecemos relaciones personales satisfactorias, nos sentimos seguros de nosotros mismos, ganamos en confianza y entonces, empezamos a perseguir el éxito. Cuando los demás reconocen nuestro trabajo, mejora nuestra autoestima y tenemos ganas de “comernos el mundo”. Nos sentimos capaces de lograr cualquier cosa, de afrontar cualquier reto. Compartir nuestros triunfos con aquellos que queremos hace que sean infinitamente más gratificantes. Cuando nos sentimos valorados, estamos preparados para conocernos a nosotros mismos. Subir el cuarto nivel; privilegio del que es reconocido.

AUTORREALIZACIÓN. Una vez que alcanzamos el éxito profesional, tomamos conciencia del crecimiento personal. En esta fase, nos dedicamos a la creación artística y pensamos en cuestiones éticas, en física cuántica, etc. Evaluamos nuestras relaciones, nos replanteamos los sentimientos; nos preocupamos por dar sentido a nuestra existencia; lo que algunos llaman “dejar huella”. Cuando contribuimos al crecimiento de otros, al tiempo que, logramos cosas por nosotros mismos- realizamos nuestra propia “obra”- nos sentimos plenos. Coronamos la cima de la pirámide de nuestras necesidades y hallamos la verdadera felicidad.

Como os decía al principio, el ascenso a la cima de la pirámide es progresivo y gradual; no podemos alcanzar el nivel siguiente sin que el anterior se haya completado. Según Maslow, mientras nuestras necesidades fisiológicas no estén satisfechas, no podemos preocuparnos por necesidades de seguridad y afiliación y así, sucesivamente. No es casualidad tampoco que muchos de los grandes pensadores de la historia perteneciesen a estamentos acomodados; el impulso de hacer arte y filosofar desaparece cuando tenemos hambre o estamos enfermos (que en ese caso, son nuestras preocupaciones prioritarias).

Por otro lado, hemos de tener en cuenta que todo en la vida lleva su tiempo; “son etapas”. Alcanzar la plenitud personal es también una cuestión de edad (o mejor dicho, de madurez); aunque la autorrealización no está ligada necesariamente a la senectud. Hay ancianos que se sienten insatisfechos y jóvenes que se sienten plenos. Yo, personalmente, me siento privilegiada; y me esfuerzo constantemente por alcanzar la cumbre.

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