jueves, 27 de noviembre de 2014

Escapar

Me sirvo hoy de una canción de Enrique Iglesias para compartir con vosotros un sentimiento que me invade de vez en cuando. Últimamente, he observado en la gente de mi entorno e incluso en mí misma, una tendencia general a "apatronarse", es decir, a "hacerse estable", viejo, mayor o como queráis llamarle. Cuando en vez de salir, preferimos quedarnos en casa y, el ron-cola o el bacardi-lima, lo cambiamos por un gin-tonic. A los que sobrepasais el cuarto de siglo, seguro que os ha pasado.

El caso es que a mí la rutina no me gusta (reconozco, sin embargo, que es en parte necesaria); repetir todos los días los mismos hábitos; frecuentar una y otra vez los mismos lugares o ver siempre las mismas caras. Yo creo que, hay momentos en los que, por muy a gusto que nos sintamos o por mucho que queramos a las personas que tenemos alrededor, el cambio se hace necesario. Una válvula de escape, un poco de distancia para oxigenar nuestras relaciones y hacerlas más saludables. Un tiempo para echarse de menos. Lo que el grueso de los mortales denomina "cambiar de aires".

Supongo que más de una vez os habrá ocurrido algo similar con vuestros allegados; los queremos mucho, tanto que, a veces, lo que deseamos es perderlos de vista un rato. Cuando nos sobreviene una emoción de este tipo, lo primero que pensamos es que es el otro quien tiene un mal día, relativizamos y, dejamos que pase. Si el sentimiento persiste, nos planteamos que quizás somos nosotros quienes estamos estresados, sacamos las cosas de quicio y nos "rallamos". Cuando la cuestión se prolonga más tiempo, nos replanteamos que algo en nuestro interior ha cambiado; hemos perdido la paciencia, lo que los demás piensen ya no nos importa tanto, somos "toxos", "cascarrabias" como los ancianos.

El mensaje que os quiero transmitir es que esta sensación no debe asustarnos. No es que nos hayamos convertido en seres antisociales, ni mucho menos; sólo que tenemos distintas prioridades. Ya no tratamos de agradar a otros, pensamos en nosotros mismos y en base al propio criterio, actuamos (sin herir a nadie entanto). Dedicamos más tiempo al autoconocimiento, al descanso, a la soledad, al momento "relajarnos". Simplemente, nos evadimos y, de esa manera, escapamos.

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