miércoles, 5 de noviembre de 2014

Solo se vive una vez

Recordáis este tema de las Azúcar Moreno? Una reformulación del antiguo "Carpe diem", lema del Renacimiento; el disfrute presente frente a la preocupación por un futuro incierto; el tiempo que se nos escapa de las manos. Con esta reflexión, quiero introducir el tema de hoy; a esas personas con las que pasamos unas horas o un par de días inolvidables y que nunca más volvimos a ver. Esos episodios que recordamos pasado el tiempo y que nos arrancan una sonrisa, o quizás una lágrima, depende del caso.

A lo largo de la vida, se suceden instantes mágicos, segundos que transcurren a velocidad incierta, momentos especiales. Cuando nos cruzamos con un desconocido, intercambiamos un guiño o una sonrisa y sentimos la chispa, la química, ese algo al que no sé como llamarle. Cuando nos acercamos más de la cuenta y notamos el corazón del otro, respiramos su aliento, compartimos su mismo aire. Cuando sin saber por qué, nos sentimos increíblemente a gusto con alguien del que hace una hora no sabíamos nada. Cuando, de repente, nos abrazamos o caminamos juntos de la mano. Cuando, "ilusos de nosotros", creemos que nos hemos enamorado. Unos pocos minutos, en los que no nos importa nada; ni quienes somos, ni qué queremos, ni el lugar ni las personas con quien estamos.

Transcurrido ese momento mágico, nos sentimos nostálgicos, deseamos prolongarlo en el tiempo. Lo recordamos una y otra vez, con "pelos y señales", lo reconstruimos en nuestra mente paso por paso; lo verbalizamos (sobretodo las mujeres; los hombres no lo hacen tanto). Nos ilusionamos, nos sentimos impotentes cuando nada está en nuestras manos. Hacemos el ridículo, nos comportamos como "idiotas". Lo intentamos todo y finalmente, nos damos por vencidos. Cuando comprendemos que ese momento fue "único" y que las circunstancias que nos llevaron a él, no volverán a repetirse, nos resignamos, lo archivamos en nuestra base de datos; pensamos que al menos, lo hemos intentado. Unos pocos días, en los que no nos concentramos en nada, ni "focalizamos" en la rutina, ni en el trabajo, ni sabemos por dónde andamos.

Esos momentos son los que nos hacen sentir vivos; por eso, debemos exprimirlos al máximo, sacarles todo el jugo; mientras duren, disfrutarlos. Incertidumbre, intranquilidad y angustia, van a veces de la mano. Convivimos con ellos pero no deben frenarnos. Esos momentos no vuelven; sí, otros distintos, tan o más especiales. Quizás, nos sorprendamos e inesperadamente, los revivamos en nuestras "propias carnes" y no sólo en nuestra memoria. Eso, solo la vida lo sabe. 

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