Son muchas las ocasiones en las que os he hablado sobre la amistad
entre los dos sexos; llegando casi siempre a la misma conclusión.
Cuando existe atracción física entre dos personas (por ambas partes,
quiero decir), una amistad verdadera es harto improbable. Esto es así
porque, por definición, la amistad es un intercambio de sentimientos y
conversaciones donde el factor sexual no ha lugar. Y es que como me
gusta decir habitualmente, "a los amigos no sentimos ganas de besarlos".
Si esto ocurre, es que ciertamente, "no somos amigos"; sino algún
sucedáneo de rollo, pareja o como queramos llamarle.
Así,
los hombres son mucho más prácticos que las mujeres y es que, aunque
suene simplista, ellos no pierden el tiempo en quehaceres. A la hora de
buscar un acercamiento, lo hacen guiados por un impulso sexual que, en
caso de no ser correspondido, se transforma en conato de amistad.
Mientras que algunas mujeres son felices con este tipo de relaciones
(pues para ellas es algo "normal"), a los hombres les genera una especie
de "caos mental"; aunque aparentemente se conformen, en realidad
quieren más. Y contrariamente a lo que se pueda pensar, reflexionan
sobre lo que ellas desean y sobre lo que representan en la vida de su
supuesta "amiga", para acabar finalmente por desistir o "loquear".
Para
ilustrar esto, he de contaros un par de historias verídicas al
respecto. Érase una vez, un chico que repentinamente, empezó a
interesarse por una chica. Aunque eran viejos conocidos, llevaban varios
años sin hablar; sin embargo, él insistía una y otra vez en quedar. El
encuentro tuvo lugar finalmente, pero en vez de verse en una cafetería,
la mandó ir a su casa, donde estaban sus colegas para opinar ("evaluar
el ganado"). Después de ese día, él insistía en verla constantemente, en
que saliesen juntos de noche y hasta le escribió una carta de amor.
Ella quedaba de vez en cuando, mañanas o tardes, como si de otra amiga
se tratara; se tomaba la situación con humor. La "presunta amistad" duró
lo que ella tardó en decirle que estaba con otro chico, fue entonces
cuando él desapareció sin apenas decir adiós.
Érase otra
vez, un chico que conoció a una chica en una fiesta. Se cayeron bien, se
rieron juntos y tuvieron un lío de una noche. El encuentro fue efímero,
ambos vivían en distintas ciudades. Al despedirse, hablaron de ser
amigos y volver a verse. Ella lo invitó a visitarla meses después y él,
raudo y veloz, contestó "ahora estoy con una chica, va a ser mejor que
no". Aun así, ella le ofreció su amistad, algo que él ignoró durante un
año, hasta que su novia lo dejó (esto es una suposición). Entonces,
volvió a llamarla con renovado interés por reencontrarse. Ella no dijo
que no, sin embargo, le puso al corriente de su actual relación. Él le
dijo que, sin lugar a dudas, tendría noticias suyas, que se acercaría a
visitarla. Y eso fue lo último que supo de su "presunto amigo".
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