En lo que se refiere al amor, hay mujeres que creen en príncipes
azules; hay otras, que piensan que se han extinguido. Si bien los
príncipes azules, entendidos en el sentido tradicional del término, han
pasado de moda; existen lo que yo denomino, “príncipes amarillos”;
hombres normales y corrientes, que se adaptan a las necesidades de las
mujeres de hoy en día. Y es que ellas no necesitan ser rescatadas como
antaño. La figura del príncipe azul se ha quedado obsoleta, dando paso a
una nueva generación de amigos y amantes; los “príncipes amarillos”.
Los
príncipes amarillos, a diferencia de los azules, no aparecen un buen
día y nos cambian la vida. Lejos de ser abrupta, su irrupción es
paulatina; y a la larga, hacen que nos replanteemos la vida. Los
príncipes amarillos no sólo hacen gala de sus virtudes, sino también de
sus defectos; se definen como “imperfectos”. Los príncipes amarillos
quieren ayudarnos a cumplir nuestros sueños, nunca “solucionarnos la
vida”; nos admiran por nuestro trabajo y desean participar de ello. Los
príncipes amarillos no nos consideran una posesión y entienden que nos
relacionemos con otros hombres; para ellos, somos más que un “florero”.
Los
príncipes amarillos valoran la belleza natural; jamás nos exigen que
nos arreglemos, es más nos prefieren sin maquillaje vestidas de calle.
Los príncipes amarillos no esperan de nosotras que seamos la perfecta
“ama de casa”, sino que trabajemos de forma conjunta en las tareas del
hogar. Los príncipes amarillos, aunque sea a regañadientes, nos permiten
pagar en bares y restaurantes. Los príncipes amarillos se sientan en el
puesto del copiloto, les gusta que llevemos el volante. Los príncipes
amarillos hablan de nosotras con sus familiares y amigos y se
enorgullecen cuando estos, además de “mira qué guapa” dicen “mira qué
lista”.
Cierto es que los príncipes azules y amarillos
pueden confundirse en el inicio de una relación; cuando ambos
despliegan sus encantos y las endorfinas del enamoramiento juegan sus
cartas. La clave para distinguirlos es precisamente esa, la permanencia.
Mientras que los príncipes azules se disfrazan de “hombre ideal” y a la
larga se les “cae la careta”; los príncipes amarillos se muestran tal y
como son, no fingen. Cuando nos miran a los ojos y nos dicen “te
quiero”, sabemos a ciencia cierta, que están siendo sinceros, que su
amor es verdadero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario