martes, 2 de diciembre de 2014

El falso amante del fútbol

Hace unos meses, escribí un post sobre fútbol, titulado "Oda al balompié" que para mi sorpresa, fue publicado en un diario deportivo de Sudamérica. En él, quise subrayar los principios de este deporte, resaltar la "pureza" de su esencia, antes de ser contaminada por el dinero, los medios de comunicación sensacionalistas y, por supuesto, la violencia. A la vista de los trágicos sucesos acaecidos recientemente, desde mi humilde posición, hoy quiero condenar este tipo de comportamientos.

Para empezar, he de decir que yo de fútbol no sé nada, pero sí me gusta estar informada. Expongo en adelante, mi punto de vista, que creo, por otra parte, objetivo y neutral por no ser yo una gran aficionada (ya que los sentimientos a este nivel, a veces nos juegan malas pasadas). Nada tienen que ver con el fútbol estos actos violentos, perpetuados por extremistas y no por los verdaderos amantes del mismo, los "siareiros". Estos sucesos, sin embargo, enturbian la imagen que la sociedad tiene del deporte, la manchan de negro, la tiñen de tragedia, muerte y tristeza. Eso es algo que todos repudiamos, seamos o no aficionados. 

El verdadero amante del fútbol va al estadio a animar a su equipo; durante el partido, "lo vive", se enfada, incluso profiere insultos a los jugadores o al árbitro, pero nunca jamás llega a las manos. Estos aficionados demuestran su pasión, sueltan adrenalina durante el partido y después, vuelven a su estado de calma. Vistos desde fuera, incluso hacen gracia (al menos los que yo he visto en los campos de tercera regional, diciendo barbaridades), pues no pasan de las palabras, despotrican y luego se relajan. En el campo se funden con las masas y de forma espontánea, las mitigan; zanjan un posible conflicto en el estadio; y en la calle se dan la mano. Felicitan al adversario, conocen la deportividad y son capaces de encajar la derrota, aunque sea con lágrimas.

El falso amante del fútbol, en cambio, va al estadio a armar jaleo; durante el partido tira objetos al campo, agrede a los aficionados, incluso lanza bengalas a las gradas, poniendo en peligro la vida de otros. Estos individuos demuestran una total falta de empatía, de humanidad, de remordimientos; sueltan patadas y puñetazos, y lo que es más escalofriante aún, hacen quedadas para pegarse. Visto desde fuera, me da pena, vergüenza, me hace pensar cuan decadente es la condición humana. En el campo se "camuflan" entre las masas y de forma sucinta, las instigan, avivan un conflicto que buscan solucionar fuera del estadio. Maldicen e incluso desean la muerte al adversario; y no es que no sean capaces de encajar la derrota, es que directamente son malas personas.

Estos falsos amantes del fútbol deben ser descubiertos y castigados, "exterminados" de los campos de primera, segunda, tercera división. Estos individuos son un verdadero peligro público, carecen de argumentos más allá del radicalismo. A mi modo de ver, en nada se diferencian de otros grupos terroristas, que ejercen la violencia de forma gratuita. Lo más triste es que una persona tenga que morir para que tomemos conciencia de ello. Yo, como siempre, quiero pensar que hay lugar para la esperanza. Mi padre, acérrimo madridista, rodeado por mis primos, culés hasta la médula; cada uno con la camiseta de su equipo, abrazados y sonriendo. Sin duda, una de las mejores fotos de mi casa.

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