lunes, 1 de diciembre de 2014

True (bus) stories

Ocho años desplazándose en autobús por la comunidad gallega dan para mucho, para conocer a gente entrañable y también a grandes "personajes". Yo, he comprobado que tengo un imán para ellos y os lo demostraré en adelante. Por lo general, los viajes en autobús suelen transcurrir con normalidad cuando somos capaces de dormir o llevamos cascos, nos sumergimos en nuestra música y descansamos. El problema surge cuando cabeceamos contra la ventanilla, incapaces de conciliar el sueño, nos quedamos sin batería y nos vemos "obligados" a escuchar la conversación de los de al lado.

Cuando hablo de gente entrañable, me refiero principalmente a los ancianos, que junto con los estudiantes, representan un porcentaje muy alto de los usuarios. Mínimo quince minutos antes de la hora de salida, a las puertas del mismo haciendo cola, se encuentran apostados. Su propósito, ocupar las primeras plazas y así hablar con el chófer, empleando un volumen elevado, para que todos los pasajeros se den por enterados. La mayoría de ancianos piden permiso para sentarse a nuestro lado si el bus va "petado", nos hacen un par de preguntas y así, sin querer, una nueva amistad ha comenzado. Normalmente, les sonrío y les doy conversación, me recuerdan a mi abuelo (también los hay cascarrabias y de esos, lo que pensamos es "que bajen la voz" o "que se bajen cuanto antes").

Con el término personaje, me refiero a un gran número de individuos de todas las franjas de edades, con un rasgo común, el de "dar la nota", no pasar desapercibidos, vamos. Inclúyanse en este grupo los míticos chavales que no se han enterado de que existen los auriculares, las señoras que hablan a gritos por el móvil o la peña que se pone a discutir en el bus sus intimidades. De estos he conocido a cientos a lo largo de este tiempo; recordarlos a todos es imposible. Os presentaré a algunos con los que he tenido el placer de compartir viaje, por un motivo u otro, he de reconocer que me han marcado.

Recuerdo a un hombre de mediana edad, vestido de rocker y con pelos en la nariz (saliendo del tabique, por fuera) que, saliendo de Lugo, se me sentó al lado y tras una larga disertación sobre las pulgas y su madre, acabó diciéndome que "tenía muchos amigos y que todos eran muy limpios". Yo pensé, felicidades, "la higiene es muy importante".
Recuerdo a un señor medio borracho que entró tambaleándose en el bus y vino a sentarse a mi lado; ese fin de semana era la feria del vino en Chantada y el hombre, un dibujante de viñetas "verdes", al que de vez en cuando y por suerte para mí, entraba el sueño durante el viaje; me regaló uno de sus ejemplares. Todavía lo tengo guardado. 
Recuerdo a una chica con pinta de "malota" que fue mi compañera de viaje Ourense-Lugo, a la que inspiré confianza y acabó por contarme que se dirigía a un reformatorio en Rábade, que se había tatuado el nombre de su padre con un cutter y que a la educadora, en un ataque de furia, le había lanzado una zapatilla a la cabeza (entre otros datos aún más inquietantes). La chica me pidió que la ayudase a deshacer tabaco para pasarlo al centro de camuflaje (a los interesados en saber cómo, os lo cuento en un mensaje). Con semejantes antecedentes, no pude negarme.
Recuerdo a un chico con pinta de "sobrao" que iba sentado delante de mí en un bus Pontevedra-Vigo; al que, por quedarme sin batería en el MP3, "tuve el gusto" de ir escuchando; y menudas perlas soltaba el muchacho. Una chica iba a su lado y él, alardeando. Cito textualmente porque las tengo apuntadas. "Tengo amigos religiosos que follan más que yo, que ya es decir". "Para no llevarse sustos, lo mejor es irse sin números para casa". "A mí me llaman, me dicen que tienen un retraso y les contesto, no me vengas con la bromita de que estás embarazada". A este, simplemente, me dieron ganas de darle un tortazo.
Recuerdo a una pareja de treintañeros que llevaban poco tiempo juntos, discutiendo detrás de mí todo el trayecto Santiago-Lugo, en el bus del aeropuerto. La chica tenía carácter, él era un "panxolas". Ella estaba enfadada por algo que supuestamente él había hecho. Siguiendo la conversación, pude percatarme de que la verdadera responsable del malentendido era ella; sin embargo, fue él quien acabó pidiéndole disculpas. Deduje que la chica en cuestión tenía dotes de manipulación y pensé "pobriño, no sabe donde se está metiendo". Una vez hicieron las paces, ella le contó de forma pormenorizada una de sus visitas al centro de estética; llegó al lugar y dijo "quítame todo, incluidos los pelos del culo". Yo pensé, "que viva la naturalidad" y "mejor, díselo en casa". En cosas de pareja, un "bus" son multitud.

Cuando nos quedamos sin batería (los que tienen Smartphones) y sin cobertura (los que atraviesan Galicia "profunda") y no tenemos a dónde escaparnos; queramos o no, somos partícipes de historias tiernas, grotescas o hilarantes. Comprobamos que la vida, en muchos casos, supera a la ficción y que los "personajes" de dichas historias, no son fruto de la imaginación, sino increíblemente reales.

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