jueves, 4 de diciembre de 2014

No happy ending

Una de las razones por las que me encanta la película inglesa "Love Actually" es, porque es cierta como la vida misma. Varias historias de amor que, a diferencia de las pelis americanas, no siempre "acaban bien". Y es que el amor tiene muchas dimensiones, no sólo nace en idílicas circunstancias y llega a término tras múltiples avatares (tal como estamos acostumbrados a ver en el cine romántico). En la vida real, el amor es también infiel, celoso, platónico y no correspondido; pudiendo darse en las más curiosas circunstancias. Siguiendo el modelo de la película, os contaré algunas historias de "amor" sin final feliz (al menos como acostumbramos concebirlo); historias con moraleja y final alternativo (tampoco diría infeliz).

Ellos se conocieron una noche de fiesta, un jueves más. Ella se acercó a él para preguntarle por otro chico, se pusieron a hablar y de repente, el flechazo surgió. Lo vió a cámara lenta, le pareció el más atractivo de los hombres, lloró de felicidad tras la despedida. A partir de ese día, soñó una y otra vez volver a verlo. No dormía por las noches, no hacía otra cosa que pensar en él; fue su "primer amor". Ella intentó por todos los medios un acercamiento, él no "estaba en el momento". La mayoría de sus encuentros fueron casuales, ella exprimía esos minutos en su presencia; él mostraba indiferencia. Lo esperó muchas noches despierta, él apareció en contadas ocasiones. Contestaba con evasivas, se escudaba en dobles sentidos. Así durante año y medio, no fue capaz de "deshacerse" de él, anhelaba que fuese cruel, que la liberase. Pero eso nunca pasó. Finalmente, comprendió que era hora de pasar página, de hacerlo por sí misma. Aprendió que el hombre en estos casos, no habla claro, "calla y otorga", espera que sobrevenga el olvido. Aprendió que no siempre se puede tener lo que se desea, que no se puede "obligar" a nadie a que nos quiera. A pesar de ello, le gustó enamorarse, descubrir que era capaz de sentir algo así por alguien. Esa época fue muy feliz, se imaginó cuanto más lo sería si él sintiese lo mismo, si le correspondiese.

Ellos se conocieron un día de semana, cuestiones de trabajo. Él se mostró muy servicial desde el principio, amable y entregado, a ella le "cayó bien", pensó "por qué no". Él la invitó a irse juntos de viaje, ella aceptó. Pasaron un día entero juntos, con gominolas e increíbles paisajes. A partir de entonces, él empezó a escribirle a diario, atento y detallista, lo que cualquier mujer hubiese deseado. Cada vez se veían más a menudo y de repente, empezaron una relación. Él iba muy deprisa, ella se sentía a gusto, disfrutaba del momento. La mayoría de sus encuentros fueron citas muy trabajadas, lo cierto es que él "se lo curraba". Pasaron varias noches juntos, conociéndose, hablando. Él hacía planes a cada instante, promesas a largo plazo. Así durante dos intensos meses, viviendo un cuento de hadas. Pero un dia él cambió de idea, no fue capaz de decírselo frente a frente, empezó a distanciarse. A ella le tocó asumir, sin saber porqué, que la habían dejado. Aprendió que en los asuntos del corazón lo mejor es ir despacio y no creer ciegamente en nadie. Aprendió que los príncipes azules lo son durante un rato, que no se puede "cambiar" a nadie y que algunas relaciones, simplemente, tienen fecha de caducidad. A pesar de ello, le gustó "compartir su vida" aunque fuera poco tiempo, vivir la experiencia, saber como es ser la novia de alguien. Esa época fue muy feliz, se imaginó cuanto más lo sería si durase, si fuese para siempre.

Ellos se conocieron una noche de sábado, a través de un amigo común. Él, desplegó sus armas de conquistador, guiños y piropos, y ella no se resistió. Él había bebido, ella sospechaba que sería una más. Sin embargo, se dejó llevar, pensó que aquel chico tenía algo especial. Él la invitó a dormir, ella no lo dudó. Compartieron lágrimas y confidencias, él la trató como nunca antes la habían tratado, apasionado y cariñoso, las dos a la par. Unas pocas horas juntos y ella, no lo pudo olvidar. Se ilusionó con la idea de volver a verlo, lo intentó de mil maneras, pero no recibió respuesta. Un buen día decidió que lo mejor era "dejarlo estar", comprendió que las cosas no se pueden forzar y aceptó que "lo que tenga que ser, será". A pesar de ello, le encantó conocerlo, compartir unas horas con él. Ese día fue muy feliz, se imaginó cuanto más lo sería si se repitiese. Gracias a él, comprobó que los hombres sinceros, valientes, los auténticos caballeros, siguen existiendo.

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