lunes, 16 de marzo de 2015

El arte de cotillear

En casa, en la calle, en el trabajo; más de un tercio de nuestra vida, nos lo pasamos cotilleando. Son muchos los investigadores que se han dedicado a dilucidar el porqué de dicho comportamiento. Vacío existencial, curiosidad o puro morbo? Cualés son las principales razones que nos incitan al cotilleo? Según el antropólogo Robin Dunbar, se trata de un mecanismo de cohesión social, que facilita la transmisión de información y une a las personas que lo practican.

Pero de dónde viene nuestra insaciable curiosidad por la vida de los demás? Parece ser que de nuestros ancestros, los simios. A los chimpancés, por ejemplo, les encanta espiar a sus cuidadores, a través de rendijas y cerraduras. Los humanos hacemos lo mismo a través de las redes sociales (ahora desde el anonimato). La diferencia radica por tanto en el lenguaje, que posibilita la circulación de la información entre individuos, esto es, el nacimiento del chisme o rumor.

Los rumores cumplen diversas funciones sociales, como por ejemplo, proporcionar datos sobre las habilidades y aptitudes de las personas (especialmente importante en el ámbito del trabajo). De la misma forma, nos ayudan a prevenirnos de personas deshonestas; ya que, por norma general, solemos criticar a aquellos que nos generan inseguridad o representan una amenaza (más guapos, ricos o peligrosos). Además, los rumores son una herramienta muy potente para desgastar el poder.

Nuestra tendencia innata a hablar de los demás, nos lleva a menudo a cometer injusticias, sobretodo cuando olvidamos los límites que no debemos sobrepasar. Una cosa es opinar sobre el carácter o las acciones de los otros; eso, lo hacemos todos ("el que esté libre de pecado..."). Y otra muy distinta, es creerse con derechos para juzgar o inmiscuirse en la vida de los demás. Yo, me quedo con una frase de Oscar Wilde... "Que hablen mal de uno es espantoso, pero que no hablen, es mucho peor".

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