martes, 24 de marzo de 2015

La receta de Epicuro de la felicidad

Epicuro de Samos no es un chef de plena actualidad, sino un filósofo griego que vivió en la antigüedad (341-270 a.C.). Es muy posible que el nombre de Aristóteles, uno de sus predecesores, os suene infinitamente más. Sin embargo, Epicuro fue un pensador excepcional que formuló, entre otras, las teorías del atomismo y el hedonismo racional. Que el universo es fruto del azar y que en la búsqueda de placer, la prudencia ha lugar.

Hoy quiero hablaros de "Epicuro y la felicidad" (título, por cierto, del documental que acabo de visualizar). Resulta que, a pesar de que vivió hace más de dos mil años, los ideales de este buen hombre se ajustan perfectamente a la sociedad de consumo actual, en la que la publicidad juega un papel clave, haciéndonos creer que "ser feliz" es consecuencia inmediata de "comprar" (para lo cual, dinero vamos a necesitar).

Pero nada más lejos de la realidad; lo cierto es que no necesitamos más que tres ingredientes para lograr la verdadera felicidad. El primero de ellos es la amistad; tener amigos y compartir con ellos los placeres cotidianos (comidas y conversaciones) es para el epicureísmo un requisito fundamental. El segundo es la libertad, el sentimiento de autosuficiencia que adquirimos al vivir al margen de la sociedad. El tercero y último es la "autorreflexión", el tiempo que dedicamos a cuestionarnos, a pensar en nuestras acciones, a meditar.

La doctrina de Epicuro parte de una premisa principal, y es que nuestras necesidades básicas han de estar cubiertas para empezar a pensar en la plena felicidad. En este sentido, los que nacemos en Occidente somos afortunados por norma general. Eso significa que, en el mundo en que vivimos, no necesitamos más que esos tres ingredientes para alcanzar la felicidad. Ni una pareja, ni una casa; ni el prestigio o la fama. Sólo Azúcar (Amistad), Pimienta (Pensamiento reflexivo) y Sal (Suficiencia).

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