martes, 10 de junio de 2014

E ti... cantas vacas tes?

En ocasiones, he oido decir que la ciudad de Lugo no tiene nada en especial. Un pensamiento que, desde este humilde blog, tengo por propósito desterrar de la mente de cualquier turista en general y de otros gallegos, en particular. Por qué visitarla? Por qué escogerla en lugar de otras? Existen muchas razones; eso sí, hemos de tomarnos un tiempo para descubrirla. Porque la ciudad de Lugo posee ese extraño encanto que surge del placer de lo sencillo y del gusto por el buen comer.
Una ciudad llena de historia, repleta de gente los días de fiesta y desierta, los días de calor. Una ciudad en la que vivir tranquilamente, sin gastar mucho dinero (bueno, bonito y barato), sin prisas, sin estrés.
Una ciudad en la que la gente sale a la calle con la bata puesta sin que nadie se sorprenda; una ciudad en la que perder el autobús se convierte en un auténtico drama y en la que la gente ignora a los que van en bicicleta. El riesgo de atropellar ancianos en las aceras es elevado; esas cosas que pasan.

Y qué es lo que sabe la gente sobre Lugo fuera de "nuestras" fronteras? Pues que tiene muralla, que hace mucho frío y que se come tremendamente bien (o lo que es lo mismo "a fartar"). En este caso, los tópicos son ciertos. Después de casi ocho años, he podido comprobarlo. Y es que en Lugo pasan cosas que no pasan en otros lugares. El extremo frío invernal hace posible que el pelo se nos congele, las orejas, los miembros, en general. Las calles se convierten en trampa mortal para los viandantes; el número de caídas (o "aterrizajes forzosos" como me gusta llamarlas) es increíblemente alto cuando se produce el deshielo. En Lugo, los camareros nos "azuzan" a comer en los bares y se indignan si no lo hacemos; nos tomamos unas cañas y ya cenamos; luego nos vamos a la Muralla a perder los kilos que ganamos (o al Río Rato si no tememos a los mosquitos). En Lugo, nos encontramos curiosos "personajes" por las calles, que lo mismo llevan una linterna en la cabeza como cantan una letanía religiosa a voz en grito.

Pero si algo tengo que destacar de la ciudad de Lugo, son sus gentes sencillas, transparentes, sin artificios; y hago esto extensivo a toda la provincia, recónditos lugares conocidos en el ejercicio de mi profesión. Desde las montañas de Fonsagrada (allá donde se sintoniza radio "As Nogais") hasta la Mariña lucense (donde el marisco sabe mejor), pasando por tierras de Meira, donde nace el Miño, los paisajes son verdes y las vacas, una institución. Muchos otros municipios de la "Terra Chá" me quedan por nombrar; recuerdo aquellos en los que tengo grandes amigos. Sitios todos donde no existen los niños, sino "os pequenos". Preciosa denominación, máxima ternura.
Para terminar, solo diré una cosa y es que los lucenses dominan como nadie el arte de los piropos, los llevan a su terreno, los reinventan. Puede que horroricen, puede que nos hagan partirnos de risa (yo me adscribo a este segundo grupo). En todo caso, no nos dejan indiferentes. En Hexágono o Hermo, podréis comprobarlo por vosotros mismos.

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