sábado, 14 de junio de 2014

La otra cara del amor

Como todos sabéis y ya os he comentado en otras ocasiones, el amor es algo maravilloso; fuerza motriz del mundo, fuente de inspiración del arte. El amor está en todas partes, no obedece a reglas ni tiene explicación. Tal como afirma Elsa Punset en su libro Inocencia radical, "el amor no es un comportamiento aprendido, es una necesidad profunda e instintiva. Como saciamos esta necesidad, en cambio, sí es una conducta aprendida que determinará la naturaleza y la esencia de nuestros vínculos afectivos". Es por eso que, lo ideal en materia de sentimientos, es amar como lo hacen los niños. A la naturaleza gozosa del amor inocente se opone, por tanto, el amor adulto miedoso y desconfiado, necesitado de promesas eternas. Y es que los niños, a diferencia de los adultos, aman de forma libre y sin condicionamientos.

En este sentido y con la finalidad de preservar la magnificencia del amor, es necesario concienciarnos de la existencia de los llamados "amores perversos", que contaminan nuestras relaciones y en última instancia, vienen a desvirtuar nuestro concepto del amor. Esa, a mi modo de ver, es la base de una buena educación afectiva. Y cuáles son las características de los amores perversos? Un breve resumen extraído del libro; yo no soy más que una principiante en esto de la "Inteligencia emocional".

En primer lugar, los amores perversos tienen su origen en carencias individuales de diversa índole, que se fundamentan en un profundo vacío existencial. Si bien no todos los encantos son perversos; todos los perversos son, en las primeras etapas, encantadores. Con un efecto imán para determinados tipos de personas, pretenden llenar su vacío y extraer la vida que sienten que no palpita en ellos y otros poseen. Suelen escoger, por tanto, sus "víctimas" entre aquellos que más saben gozar de esta, no en el sentido material, sino en el afectivo (personas con dones musicales, literarios, alegría de vivir, sensibilidad, comunicación o creatividad son algunos ejemplos). Los perversos son expertos en el arte de la manipulación; se contradicen, niegan y mienten. El problema surge cuando sus "víctimas", ya sea por ingenuidad, altruísmo o por defender causas perdidas, se instalan en una sumisión psíquica y autodestructiva; un estado de falsa complacencia. Pueda ser porque les cueste reconocer que los amores perversos nunca las quisieron o porque se nieguen a renunciar al ideal de que podían cambiarlos.

En todo caso, los amores perversos solo pueden desarrollarse cuando miramos a los demás desde la dependencia, priorizando ante todo nuestra seguridad e innato temor a la soledad. Si por el contrario, miramos a los otros desde la libertad y concebimos nuestras relaciones como fuente de aprendizaje, podremos experimentar ´"amores bondadosos", sin resentimientos, sin amargas despedidas, con inmensa gratitud y buenos deseos hacia aquel o aquella que nos ayudó a crecer, a transformarnos y avanzar.

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