martes, 24 de junio de 2014

Galicia Calidade

Si hay algo que me gusta especialmente del período estival son las fiestas; cada fin de semana, en un lugar diferente, ya sea para conmemorar algún santo o exaltar cualquier plato de nuestra gastronomía (desde la tortilla al "viño do Ribeiro", pasando por el cocido o el "queixo de Arzúa"). En todo caso, cualquier razón es buena para acercarse al campo de la fiesta y echarse un baile junto a la orquesta, o como dicen por ahí, "ghastar pista". A este respecto, destacaré las diferencias entre lo que llamamos "sesión vermouth" y la verbena como tal; pues las personas que acuden a ellas y el repertorio musical varían considerablemente.

En la "sesión vermouth", las orquestas se deben principalmente al público de mediana-avanzada edad. Tras la misa patronal (celebrada en el propio palco de esta) y la pertinente procesión, los grandes temas de antaño hacen las delicias de los paisanos; el rey es el pasodoble (donde se ponga "Escobilla" que se quite lo demás) y de vez en cuando, alguna cumbia de mujer despechada. Vocalistas que bajan del palco a cantar un corrido mejicano y le rompen el corazón a las señoras con un solo guiño de ojos. Siempre "de un lado p'a outro, de un lado p'a outro", eso sí.
Los problemas óseos desaparecen al instante; y al día siguiente, pastillas para la artrosis. Entre "pieza" y "pieza", un sorbito de vermouth; porque hay que colaborar con la comisión de fiestas (que trabajan duro todo el año y blablabla). Algún que otro susto con motivo de las bombas (que no fuegos artificiales); nada de pirotecnia, un vecino un poco hábil en la materia. Cuidar que no nos caiga una varilla en la cabeza y rezar para que no prenda.

Por la noche, la cosa cambia. Los de la sesión vermouth se van a casa; el campo está atestado de foráneos, la orquesta "hace mucho ruido" y no toca temas para bailar. Y es que a día de hoy, la verbena como tal pertenece a la "xuventude" (la del propio lugar y, sobretodo, la de los aledaños). Ir con tiempo para buscar el sitio y encontrar donde aparcar; de camino, bajar la ventanilla y preguntar a los lugareños si "la fiesta está por ahí". Jóvenes equipados con bolsas de plástico con bebida (para la mayoría, el precio del cubata en el bar resulta prohibitivo) llenan el campo de la fiesta. Macrobotellón y macroconcierto, todo a la vez.
Muchos gritos y, por supuesto, fenómeno fan ("guapo el guitarrista", por ejemplo). Reggaeton, electrolatino, banderitas, bengalas, manos arriba y aplausos por doquier. Frases tipo "convosco, a mellor voz da verbena galega" (cuantas veces lo habremos oído); euforia colectiva. Y al día siguiente, afonía y dolor de cabeza.

Y es que las fiestas en Galicia poseen una excelencia sin parangón. A mediodía o por la noche. En la costa o en el interior. Con carpa o sin carpa. Con sardiñada, churrascada o queimada. Con mesas de aire y tiro al palillo (y peluches más o menos bonitos como premio). Con saltamontes e hinchables de colores. Con la subida al palco de los miembros de la comisión y los agradecimientos correspondientes (y que nadie quiera hacerse cargo de la fiesta del año siguiente). Carteles que anuncian grandes fiestas en los árboles o en las paradas del bus. A partir de mayo y hasta llegar el otoño, Galicia Calidade.

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