El otro día leí un artículo muy interesante sobre la búsqueda de nuestra "media naranja". Los autores del mismo sugerían desterrar dicha expresión de nuestro pensamiento; ya que, creer que es necesario encontrar nuestra otra mitad- o la parte que nos falta- es asumir que estamos incompletos. Yo concuerdo plenamente con esta teoría; pues es imprescindible sentirse pleno (completo y seguro de uno mismo) para poder entregarse a otro y forjar así un vínculo duradero. En caso contrario, aparecen los reproches, las dudas, la desconfianza e incluso, la dependencia, el más tóxico de los sentimientos en las relaciones de pareja.
No existe nada más mágico que tener a alguien al lado con quien compartir nuestros sueños e inquietudes, nuestras preocupaciones o nuestros "fantasmas". A esa persona le damos las buenas noticias antes que a ninguna otra y acudimos en primer término, en los malos momentos. Con esa persona no tenemos secretos (o no debieramos tenerlos), charlamos a la luz del día y también en la intimidad, hacemos planes y un sinfín de cosas juntos. En presencia de esa persona, no tenemos miedo a desnudarnos (en todos los sentidos de la palabra), nos olvidamos del mundo que nos rodea y nos sentimos eufóricos y tranquilos a partes iguales; en todo caso, felices. Eso, para mí, es estar enamorado. No obstante, yo no poseo la verdad absoluta; existen millones de formas de concebir el amor (más de seis mil millones, según los datos que manejo).
Y qué es lo que ocurre cuando esto sucede? Pues que el amor, en ocasiones, entra en conflicto con la libertad del individuo; ya que bien entendido, implica dejar de pensar en uno mismo para pensar en los dos. Renunciar a los propios sueños en beneficio de la pareja, tolerar actitudes o pensamientos contrarios a nuestra forma de ser, establecernos en ciertos lugares y aceptar (felizmente, por supuesto) que nos corten las alas. Poner los sentimientos en una balanza y descubrir que pesan más. Replantearnos cosas que jamás habíamos pensado hacer y reinventarnos a nosotros mismos. Ese es el poder transformador del amor.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, resta una última cosa y es que, el amor llegue a término. Hay personas que se quieren y no pueden estar juntas, porque están distanciadas o son incapaces de convivir. Hay personas que se quieren pero se encuentran en fases de la vida diferentes y se plantean cuestiones del tipo "por qué no nos conocimos siendo otra la situación". Hay personas que se quieren y tienen proyectos de vida diametralmente opuestos y, por tanto, difícilmente compatibles. Y es que para que una relación triunfe, todo el "cosmos" tiene que poner de su parte. Lo más increíble es que, a pesar de los obstáculos con los que se encuentra y de las trabas que le ponemos las personas, el amor sobrevive. Y lo hará siempre.
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