domingo, 1 de junio de 2014

En clave de cítrico

El otro día leí un artículo muy interesante sobre la búsqueda de nuestra "media naranja". Los autores del mismo sugerían desterrar dicha expresión de nuestro pensamiento; ya que, creer que es necesario encontrar nuestra otra mitad- o la parte que nos falta- es asumir que estamos incompletos. Yo concuerdo plenamente con esta teoría; pues es imprescindible sentirse pleno (completo y seguro de uno mismo) para poder entregarse a otro y forjar así un vínculo duradero. En caso contrario, aparecen los reproches, las dudas, la desconfianza e incluso, la dependencia, el más tóxico de los sentimientos en las relaciones de pareja.

No existe nada más mágico que tener a alguien al lado con quien compartir nuestros sueños e inquietudes, nuestras preocupaciones o nuestros "fantasmas". A esa persona le damos las buenas noticias antes que a ninguna otra y acudimos en primer término, en los malos momentos. Con esa persona no tenemos secretos (o no debieramos tenerlos), charlamos a la luz del día y también en la intimidad, hacemos planes y un sinfín de cosas juntos. En presencia de esa persona, no tenemos miedo a desnudarnos (en todos los sentidos de la palabra), nos olvidamos del mundo que nos rodea y nos sentimos eufóricos y tranquilos a partes iguales; en todo caso, felices. Eso, para mí, es estar enamorado. No obstante, yo no poseo la verdad absoluta; existen millones de formas de concebir el amor (más de seis mil millones, según los datos que manejo).

Y qué es lo que ocurre cuando esto sucede? Pues que el amor, en ocasiones, entra en conflicto con la libertad del individuo; ya que bien entendido, implica dejar de pensar en uno mismo para pensar en los dos. Renunciar a los propios sueños en beneficio de la pareja, tolerar actitudes o pensamientos contrarios a nuestra forma de ser, establecernos en ciertos lugares y aceptar (felizmente, por supuesto) que nos corten las alas. Poner los sentimientos en una balanza y descubrir que pesan más. Replantearnos cosas que jamás habíamos pensado hacer y reinventarnos a nosotros mismos. Ese es el poder transformador del amor.

Por si todo lo anterior no fuera suficiente, resta una última cosa y es que, el amor llegue a término. Hay personas que se quieren y no pueden estar juntas, porque están distanciadas o son incapaces de convivir. Hay personas que se quieren pero se encuentran en fases de la vida diferentes y se plantean cuestiones del tipo "por qué no nos conocimos siendo otra la situación". Hay personas que se quieren y tienen proyectos de vida diametralmente opuestos y, por tanto, difícilmente compatibles. Y es que para que una relación triunfe, todo el "cosmos" tiene que poner de su parte. Lo más increíble es que, a pesar de los obstáculos con los que se encuentra y de las trabas que le ponemos las personas, el amor sobrevive. Y lo hará siempre.

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