lunes, 26 de enero de 2015

La oveja negra del rebaño

A la mayor parte de personas, les gusta pasar inadvertidas ("ser uno más"). Existe en la sociedad, una marcada tendencia a "camuflarse", a seguir los dictados de la mayoría, para no destacar ("ser el raro"); aunque esto suponga en ocasiones, obrar en contra de los propios principios. En este aspecto, siempre me ha llamado la atención, como la gente reacciona frente a "lo diferente", incluyéndose aquí vestimentas "poco comunes", comentarios "poco apropiados" o acciones "inesperadas" en determinados entornos. Basta con llevar un sombrero, arrastrar una maleta o comerse un bocadillo en mitad de la calle para atraer un sinfín de miradas curiosas. Cuan absurdos somos los humanos.

En relación a ello, un gran número de personas, a lo largo de los años, se han dedicado a estudiar nuestro comportamiento gregario; hasta qué punto el individuo es capaz de renunciar a su propio criterio en favor de las masas. Uno de los experimentos más significativos en este ámbito fue desarrollado por el psicólogo polaco Solomon Asch en la década de los 50 (os invito a buscar información sobre el mismo). Los resultados de este estudio sugieren que la conformidad que manifiestan las personas puede ser influenciada tanto por la necesidad de encajar en una comunidad como por la creencia de que los demás son más inteligentes o están mejor informados.

Lo paradójico del asunto es que la mayoría de gente se considera inconformista, capaz de defender su punto de vista frente a un grupo de personas que le lleven la contraria. Teóricamente es así, una reafirmación de la propia personalidad que, muchas veces, se diluye en la masa social (lo ideal). Sin embargo, a efectos prácticos, las cosas cambian. Las personas no "tienen el valor" para diferenciarse del resto; por temor quizás a las críticas y al rechazo (lo real). A este respecto, estamos hartos de oir frases del tipo "vaya pintas lleva" o "eso está fuera de lugar". Yo me pregunto... "¿Quienes somos nosotros para juzgar? ¿Quién establece lo que está bien y lo que está mal?".

Para terminar, me gustaría aclarar algo y es que este no es un alegato a favor de la anarquía, pues el ser humano solo es feliz en sociedad. Cierto es que hemos de adaptarnos al sistema, a las normas sociales, para que nuestra vida transcurra con normalidad; pese a quien le pese, el ser humano es un "ser social". Aun así, yo avogo por la "libre expresión del yo", la manifestación de la voluntad individual, independientemente de los rostros desencajados o las críticas de los demás. Me apena, por ejemplo, que la gente se prive de vestirse con colores llamativos (si es que le gustan), de decir tonterías de vez en cuando o de manifestar su descontento cuando es ocasión. A veces, "ser la oveja negra" del rebaño, sencillamente, está bien.

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