viernes, 23 de enero de 2015

Once minutos

Los libros de Paulo Coelho siempre me resultan inspiradores, me hacen pensar, replantearme la vida. En todos ellos, el autor describe a la perfección sus sentimientos y los de sus personajes, algo que no es nada fácil, teniendo en cuenta lo inefable de las emociones. Este libro en concreto, me resultó fascinante; las reflexiones de una prostituta sobre el sexo y el amor (y el tiempo para cada uno de ellos). Como ya viene siendo costumbre, extraigo y comento citas del diario de la protagonista. Atónita estoy porque un hombre (Paulo en este caso) conozca en profundidad lo que le pasa a una mujer por la cabeza; en todo caso, "el tío" se ha documentado.

En primer lugar, quiero destacar la siguiente reflexión, que hace referencia a lo difícil que es hallar el amor verdadero, donde confluyen sentimiento y deseo. "Aunque mi objetivo sea comprender el amor y aunque sufra por culpa de las personas a las que entregué mi corazón, veo que aquellas que tocaron mi alma no consiguieron despertar mi cuerpo y aquellas que tocaron mi cuerpo, no consiguieron llegar a mi alma".
En efecto, nos cruzamos con muchas personas con las que somos compatibles a nivel sentimental, que nos escuchan y comprenden y, que por falta de atracción (y con un poco de suerte), acaban convirtiéndose en grandes amigos. De la misma forma, nos relacionamos con un número más o menos elevado de personas con las que somos compatibles a nivel íntimo, que nos hacen pasar buenos momentos (sin más) y, que por falta de afinidad (y en la mayoría de casos), acaban convirtiéndose en viejos conocidos.

Una vez encontrado, una importantísima cuestión entra en juego; el "conflicto" entre la libertad y el amor verdadero, el lugar donde reside la auténtica felicidad. "Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida. Es mentira: la libertad solo existe cuando él está presente. Aquel que se entrega totalmente, que se siente libre, ama al máximo. Y el que ama al máximo se siente libre [...] Hoy, estoy convencida de que nadie pierde a nadie, porque nadie posee a nadie. Esa es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo, sin poseerlo".
En ocasiones, creemos que en la vida, hemos de elegir entre una cosa y la otra; ser libre y estar solo o tener a alguien y no serlo. Pero lo cierto es que el amor verdadero no implica posesión alguna, no exige sino que comparte, no crea dependencia sino que genera autonomía (hace que nos sintamos capaces de todo). Cuando amamos, hacemos uso de nuestra libertad y el hecho de amar nos hace libres a su vez. Libertad y amor no son contrarios, son las caras de una misma moneda: la felicidad plena.

A estas alturas, os habréis percatado ya de lo difícil que es encontrar el amor verdadero y lo fácil que es distinguirlo del resto. A lo largo de la vida, hay muchas personas a las que queremos y muchas, con las que disfrutamos; sin embargo, solo hay una (o algunas, pocas en todo caso) que nos den ambas cosas; he ahí lo complicado. Por otro lado, habrá muchos momentos en los que escojamos entre la pareja o la libertad pero un único momento en el que ni siquiera nos lo planteemos, el momento en que encontremos el amor verdadero; que no dura once minutos, sino una vida entera. La excepción que confirma la regla.

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