sábado, 3 de enero de 2015

Las gafas de la felicidad

Del libro homónimo del prestigioso psicólogo español, Rafael Santandreu, puedo decir que he sacado múltiples enseñanzas. Sin duda alguna, cada uno de sus capítulos, merecería un análisis pormenorizado. En él, el autor comparte historias reales que ilustran a la perfección la capacidad de las personas para reponerse en circunstancias adversas, aprender a "desdramatizar" los problemas y, en última instancia, ser feliz. Auténticos ejemplos de superación, increíblemente inspiradores.

En esta ocasión, quiero centrarme en un fragmento del capítulo titulado "Superar complejos" que, a mi modo de ver, da respuesta a esa cuestión que tanto nos preocupa, cómo hallar la verdadera felicidad. "La clave para tener una mente excepcional, para vivir con pasión eléctrica desde el minuto uno hasta el último, es la inteligencia emocional, esto es, saber movilizar la gasolina que hace carburar las pasiones de nuestra vida: disfrutar de lo que hacemos, aprender, amar, jugar, hacer arte y, sobre todo, no perder el tiempo quejándose".

La clave de la inteligencia emocional está, por tanto, en saber diferenciar las cualidades que hacen que la vida sea realmente emocionante de las llamadas "cualidades trampa", que nos confunden y nos apartan del camino de la verdadera felicidad. Algunas de ellas son la belleza física, la inteligencia (entendida de forma clásica), la elegancia, la habilidad verbal (retórica)... Estas cualidades proporcionan la admiración de los débiles e inmaduros ("pobres de espíritu"); nos llevan a competir y a llenarnos de ansiedad. Si bien nos reportan una satisfacción a corto plazo; a la larga, no nos hacen felices.

Por otro lado, están las virtudes que nos permiten crecer como personas y que producen auténtico bienestar a largo plazo. El arte, el amor, la amistad, la tolerancia a la frustración o la perseverancia son algunas de ellas. Estas cualidades son valoradas por las personas fuertes y emocionalmente sanas, producen armonía y tranquilidad y nos enaltecen como seres humanos. A diferencia de las "cualidades trampa", no son perecederas, podemos tenerlas hasta los cien años. Desgraciadamente, esto es algo que olvidamos, inmersos como estamos en un mundo de apariencias (instantáneo, visual).

El problema es que en nuestra sociedad, este tipo de virtudes, son eclipsadas muchas veces por las "cualidades trampa" que como decía antes, nos reportan beneficios inmediatos. Por norma general, eso es lo que queremos los humanos ("dicho y hecho"). Sin embargo, si tenemos paciencia y sabemos esperar, si cultivamos el amor a la vida y a los demás, obtendremos el mejor premio de todos. Haciendo un símil automovilístico, alcanzaremos la meta (la verdadera felicidad) gracias a la posesión de un vehículo excepcional (la inteligencia emocional).

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