martes, 28 de octubre de 2014

Mis chicos y yo

Si bien la amistad (en general) es uno de los sentimientos más inspiradores del mundo; la amistad entre los dos sexos, resulta todavía más enriquecedera para las personas. Nos facilita la comprensión de nuestros congéneres, nos provee de importantes consejos sobre el otro sexo y en última instancia, nos enseña a relacionarnos "de forma sana" con el género opuesto. No todo se reduce al amor y las relaciones de pareja cuando hablamos de hombres y mujeres. Las posibilidades son infinitas, el entendimiento entre ambos sexos, sencillamente, hace que seamos mejores personas. Yo, como sabéis, soy una fiel defensora del concepto y lo he puesto en práctica desde el patio del colegio.

De pequeña, me gustaba jugar a las cocinitas con las niñas; pero también jugar al fútbol con los niños. Por aquel entonces, el hecho de inmiscuirse en las actividades preferidas de ocio del otro sexo, iba acompañado del riesgo de que te llamasen "marimacho". Nunca me importó; no dejé de hacerlo pese a las caras escépticas de las demás. Mientras que la mayoría de niñas se pasaban los recreos cotilleando sobre "quién le gusta a quién", yo pasaba tiempo con los chavales, compartiendo juegos y risas, conociéndolos un poco mejor. Tanto fue así que, a Emilio (el niño más guapo de la clase), el día de su cumpleaños, mi regalo (de entre todas las niñas) fue el que más le gustó. Un coche teledirigido modelo última generación; y no es que yo fuera especial, solo que lo conocía un poco mejor. 

De "mayor", me gusta pasar horas "rajando" con las chicas; y hacer lo mismo con los chicos. En estos tiempos, el hecho de frecuentar (verse, quedar o irse de viaje juntos) a varios hombres a la vez, va acompañado del riesgo de que te llamen "fresca". No es algo que me importe. Mientras que la mayoría de mujeres no le ve sentido a profundizar en el conocimiento de los hombres ("son simples, no hay más"), yo me dedico a hacerles preguntas, compartiendo conversaciones y aficciones; conociéndolos un poco mejor. Tanto es así que, a los hombres de mi entorno, sorprendo cuando les digo "qué piensas TÚ de mí". Una convivencia pacífica con los de mi generación; y no es que yo sea especial; solo que intento no quedarme en la superficie, sino ir más allá.

El hecho de ser "directa" con los hombres (actuar con normalidad frente a ellos, confraternizar o hablar "como si fuera un chico más") hace que algunos echen a correr y que otros, se sienten a hablar conmigo y afinen en su percepción (lo cierto es que aunque quisiera, a nadie engaño). Yo, que soy de naturaleza curiosa, le he pedido a una serie de chicos que me conocen que me dijesen la primera palabra que les viniese a la cabeza al pensar en mí. "Dispersa", "positiva", "dulzura", "alegría", "polvorilla", "cachonda", "creativa" o "imprevisible"; son algunas. Ellos me han escuchado, me han consolado en ocasiones; ellos han sacado siempre lo bueno de mí. Ellos captan mi esencia; me comprenden y me hacen feliz. Mis amigos; mis chicos y yo.

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