lunes, 21 de julio de 2014

La opción B

Una buena amiga mía decía lo siguiente en relación a los exámenes tipo test... "Si no la sabéis, marcad la b". Con el paso del tiempo, descubrí que su teoría era bastante certera académicamente hablando. En caso de no saber, escoger la segunda opción entraña grandes probabilidades de éxito (al menos en veterinaria y siempre que no haya respuesta múltiple). No sucede lo mismo, sin embargo, sentimentalmente hablando; ya que, en caso de no saber, escoger la opción B (conocida vulgarmente como segundo plato), no suele ser una buena idea; existiendo altas probabilidades de fracaso en este caso. Intentaré explicaros a qué me refiero.

Las personas, como criaturas sociales que somos, necesitamos altas dosis de cariño para ser felices. Ese cariño lo buscamos en el entorno en el que vivimos, en las personas que están a nuestro alrededor. De ahí la famosa expresión "el roce hace el cariño"; que en otras palabras viene a decir que, el contacto directo con el otro resulta indispensable para llegar a quererlo. Por otra parte, las personas nos apoyamos en aquellos que tenemos a nuestro lado y no, a cientos o miles de kilómetros de distancia (aunque los tengamos muy presentes y nos acordemos de ellos). Lo más probable es que estas personas vayan cambiando a lo largo de la vida, a medida que forjamos nuestro propio camino; lo cual no significa tampoco que nuestras relaciones fueran circunstanciales. Es algo lógico y natural, el cauce normal de las cosas.

Sin embargo, el hecho de que cubramos nuestras necesidades de cariño con las personas con las que convivimos no implica que no debamos hacerlas sentir especiales. "Comparto mi tiempo contigo porque me gustas o porque te quiero". Y no, "comparto mi tiempo contigo porque estás por aquí y te tengo a mano". No es justo ni recomendable, suplir con una persona el vacío que sentimos al no poder tener a otra. Porque todos somos únicos e irrepetibles y, por lo tanto, irremplazables. Y como tal, merecemos ser tratados. Cuando alguien nos quiere de verdad, acude a nosotros en primer término; nos elige en medio de la multitud. Con sus actos, nos demuestra que somos una prioridad en su vida; y no, un plan alternativo para huir de la soledad. No sé si me explico.

En mi opinión, quedarnos con la opción B nos acaba conduciendo a la infelicidad; a unos y a otros. A la persona que la escoge, pues siempre se sentirá insatisfecha al no poder acceder a la opción primera, intentando vacuamente sustituirla por la segunda. Y a la persona que se conforma, pues habrá renunciado a ser tratada de forma especial y prioritaria, que es lo que todos merecemos. Mi humilde consejo es entonces ni hacerlo ni aceptarlo. Cuando queremos de verdad a una persona, una sola opción existe... La opción A.

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