jueves, 31 de julio de 2014

Nómadas y mudanzas

Somos esclavos de nuestras cosas, incapaces de vivir sin objetos. Allá donde vamos, bolsas y maletas nos acompañan. Y no nos queda más remedio que cargarlas de un lado a otro; pues nadie sabe dónde y cuándo nos estableceremos. Nos desplazamos por motivos de trabajo, por estar cerca de los nuestros o para perseguir nuestros sueños. Y es que en la actualidad, la mayoría de personas somos nómadas. Nómadas como lo son las tribus africanas; con la salvedad de que nosotros somos prisioneros de nuestras posesiones y ellos, simplemente no tienen. Y por eso, son infinitamente más felices.

Las personas en el mundo occidental tenemos el hábito de acumular cosas a lo largo de los años; algunos más que otros, lo reconozco. Quizás lo hagamos para sentirnos seguros o por estar más a gusto, no lo sé. El problema surge cuando debemos cambiar de residencia y llevar con nosotros nuestras pertenencias. A la alegría por encontrar objetos que creíamos perdidos se suma la tristeza de deshacernos de otros que ya no nos sirven. Y es ahí cuando toca armarse de valor para discernir lo que es importante y lo que no. donde entra en juego el valor sentimental que damos a las cosas. Porque el objeto más feo del mundo puede ser al que más cariño tengamos, por el simple hecho de que alguien al que queremos nos lo haya regalado.

Es por eso que las mudanzas son de los acontecimientos más estresantes en nuestra vida; llegando a provocarnos incluso, cierto nivel de angustia al vernos sobrepasados por la situación. Las personas frente a los objetos, que parecen multiplicarse por momentos. Cuando no nos dan las manos y agarramos cosas con la boca. Vaciamos armarios y cajones. Metemos todo en bolsas y cajas. Lo bajamos con suerte en ascensor; y si no, a peso por las escaleras. Sudamos. Cargamos el coche y vamos “como los gitanos” (cero visibilidad por los cristales). Aparcamos cerca y descargamos. Dejamos las cosas donde cuadra. Y el dolor de espalda, nadie nos lo quita.

Sin embargo, hoy quiero pensar en las mudanzas como oportunidades para desprendernos de todos aquellos objetos que nos atan y que muchas veces no necesitamos. Estos objetos nos dificultan avanzar. Teniendo en cuenta lo incierto que es nuestro futuro en los tiempos que corren, aferrarnos a las cosas carece de sentido.  Porque cuando renunciamos a ellas, somos más libres. Alguien dijo una vez… “No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario