jueves, 3 de julio de 2014

Una extraña clase de hombre

La inspiración me llega hoy en el laboratorio; seleccionando sueros de cabras para pruebas de toxoplasmosis. Con las yemas de los dedos heladas por sacar tubos eppendorf del congelador. Os preguntaréis por qué os cuento esto; no viene a nada, es cierto. Pero ya sabéis como trabajan las musas; nos asaltan cuando menos lo esperamos. Y aunque lo que voy a describir en adelante pueda parecer fantasía o ensoñación, os aseguro que es real.

Existe una extraña clase de hombre al que no le gusta que las mujeres se maquillen y se pongan tacones. Prefieren la belleza al natural (o al menos eso dicen); aunque sienten predilección por rubias voluptuosas y de labios carnosos (véase Marilyn Monroe o Scarlett Johansson). A lo que yo añado, siendo hombre, quien no; en los genes está (pelo rubio, mayores niveles de estrógenos, mayor fertilidad). 
Esta extraña clase de hombre es extremadamente observador; una capacidad de la que la mayoría del género masculino carece; presta atención a los cambios de peinado, a la raya del ojo y a la combinación de la ropa (incluidos los colores). Esta extraña clase de hombre es pulcro y cuidadoso en los detalles.
Esta extraña clase de hombre es hábil en la comunicación, posee un elevado gusto estético; sabe discernir lo que pega de lo que no. Siente inclinación al cotilleo; le gusta tener información y saber qué piensan de él. Esta extraña clase de hombre tiene el don de la palabra y maneja la ironía mejor que cualquier mujer. Esta extraña clase de hombre posee dotes de organización, siendo capaz de hacer varias cosas a la vez (modo multitasking ON). Esta extraña clase de hombre disfruta con la conversación. Y en contra de lo que seguramente estaréis pensando, esta extraña clase de hombre es heterosexual.

Es bien sabido que nuestro carácter y personalidad están determinados biológicamente y también se ven influenciados por el entorno. Al margen del cromosoma Y y de la testosterona, existe un componente educacional que, en ocasiones, coarta la libertad del hombre para ser como le gustaría ser. Por eso, la mayoría de ellos evitan llorar en público (uno de tantos ejemplos).

A los hombres se los tacha normalmente de fríos o poco sentimentales; cuando la realidad es que ellos utilizan la parte más emocional de su cerebro para gestionar sus recuerdos; y se olvidan de los detalles (que la mujer retiene y con frecuencia estigmatiza) pero jamás de la esencia. Son, por tanto, mucho más sensibles de lo que pensamos (cierto es que algunos rompen estrepitosamente la tendencia); aunque la gran mayoría, se niegue a aceptarlo. Esta extraña clase de hombre, sin embargo, permanece fiel a su naturaleza al tiempo que vive al margen de la convención social. No es un bicho raro, solamente un hombre especial.

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