domingo, 21 de septiembre de 2014

El eterno Peter Pan

Algo que siempre me ha llamado la atención es la extrema facilidad con la que ciertos hombres cambian de opinión (yo diría que "más que de calzoncillos"). Un día, dicen no querer novia y al siguiente, se comprometen con la primera que pasa. Otro día, dicen "te quiero" y después, lo que quieren es quitarte del medio (y "donde dije digo, digo Diego"). Indagando sobre el tema, he descubierto que dicha actitud subyace al ya conocido "síndrome de Peter Pan"; o lo que es lo mismo, hombres-niño que no saben lo que es amar.

En Internet, he encontrado una descripción exhaustiva de este tipo de hombres (aviso, no me pertenece) que "copio y pego"; el viejo cuento de Peter Pan ("Once upon a time") con doble final (escoja cual). Emulando "El Quijote", me gustaría titularlo así... "De cómo el hombre-niño encontró a una mujer de verdad". En cuanto al final, "De cómo el hombre-niño se paró a reflexionar y decidió convertirse en un hombre de verdad" o "De cómo el hombre-niño prefirió hacer oídos sordos y seguir siendo Peter Pan". Dos posibilidades para nuestro protagonista. Primera y poco probable; valorar a la mujer que le hace pensar, que le lleva la contraria, que le dice en qué falla; resultado, crecer (HOMBRE). Segunda y muy probable; buscar a otra más sencilla, que no le haga pensar, que le diga a todo que sí, que lo alabe; resultado, seguir siendo un hombre-niño.

"Cuando un hombre NIÑO se encuentra con una MUJER; primero se fascina, pero al poco, sale huyendo. Inmaduro, arranca, sintiéndose perseguido, cuando la mujer, luego del coqueteo inicial, le muestra que para amar, es imprescindible ser generoso. Que para construir una relación, es preciso dejar la inmadurez de creer que no existen otros planes más que los de él (hoy tengo ganas, mañana no sé), y que para amar, no se puede seguir actuando como Peter Pan.

Los hombres inmaduros rehusan comprometerse, no pueden decidirse. No quieren hacer elecciones porque tienen miedo de equivocarse. Desean relacionarse, pero les cuesta dar; quieren recibir pretendiendo que todo permanezca tal como ellos quieren, sin pensar en hacer espacio en su vida para la nueva realidad a la que voluntariamente han querido asomarse. A los hombres inmaduros, no les gusta confrontar, ni menos que los confronten, y bajo una aparencia de armonía y diplomacia, prefieren mantenerse alejados de los problemas, pues no saben como enfrentarlos. Suelen ser cercanos con sus amigos, necesitan sentirse admirados por otros; aunque detrás de esa aparente empatía, se esconden personas de baja autoestima.

Inestables emocionalmente, -van y vienen-, no son capaces de mantener relaciones en el tiempo, ni menos establecer lazos profundos con una mujer que les muestre este principio de realidad de dar y recibir, que es fundamental en cualquier relación. Entonces, cuando se sienten “amenazados”, se desconectan de sus emociones, y en vez de plantear sus sentimientos y expresarlos tranquilamente (como haría cualquier hombre maduro) ponen "pies en polvorosa" o dan explicaciones que ni ellos mismos se creen. Y así, asustados buscan a otras “NIÑAS” que no les exigirán responsabilidades ni mayores compromisos, Wendys que los complacerán con la intención de evitar cualquier problema, y con las que por supuesto, no crecerán". FIN.

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