domingo, 7 de septiembre de 2014

Estrellas fugaces

Hay personas que son como “estrellas fugaces”. Distintas a las demás; tan efímeras como especiales. En un momento, llenan de luz nuestro mundo y luego, desaparecen; dejando una estela tras de sí, un recuerdo. Esas personas, al igual que los astros, se cruzan en nuestra vida muy de vez en cuando (yo diría que como mucho, una vez al año). No podemos atraparlas; tampoco obligarlas a que permanezcan a nuestro lado; lo único que podemos hacer es maravillarnos con su recuerdo o, en todo caso, esperar volver a verlas, aunque puede que esto nunca suceda.

Las estrellas fugaces aparecen cuando menos las esperamos; y no sabemos por qué, pero nos atraen. Su luz nos ciega y entonces, creemos que nunca conoceremos otras que las igualen. Las estrellas fugaces nos iluminan, nos rebelan facetas de nosotros mismos que desconocíamos. Nos ayudan a construir nuestra personalidad, nos sirven de guía en ciertos momentos. Hacen que nos ilusionemos, que soñemos con los ojos abiertos, que persigamos imposibles; las estrellas fugaces nos inspiran. Cuando queremos aferrarnos a ellas, descubrimos que nos han abandonado.

Ver pasar “estrellas fugaces” es tan bello como difícil es afrontar su pérdida; nos deja inmersos en un mundo de oscuridad y en ocasiones, de frustración y remordimientos. Hace que nos cuestionemos nuestras propias acciones, que pensemos en lo injusto de las circunstancias, que deseemos volver atrás. Nos lamentamos, vagamos sin rumbo. Nos sentimos desesperanzados, soñamos con ellas (esta vez con los ojos cerrados), daríamos lo que fuera por volver a verlas; las estrellas fugaces nos rompen el corazón en mil pedazos. Cuando asumimos que se han ido, descubrimos que nuestra vida sigue sin ellas.

A pesar de todo, mi mensaje, como no podía ser de otra forma, es alentador. Nuestro futuro está compuesto por una sucesión infinita de “quizás”. Quizás pase mucho tiempo hasta volver a verlas (“la vida da muchas vueltas”); quizás nunca nos las volvamos a encontrar y nos quedemos con su recuerdo, que siempre perdurará. Quizás nunca volvamos a necesitarlas. Quizás, encontremos una estrella que brille todavía más, eclipsando a las demás. En todo caso, no debemos olvidar que quien abre bien los ojos, tiene a su disposición un cielo repleto de estrellas.

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