sábado, 20 de septiembre de 2014

Huele a ti

Cuando era pequeña y le prestaba juguetes a mis amigas; había algo que siempre me llamaba la atención. Esos peluches volvían a mí con un olor diferente; el de ellas mismas, el de sus casas. Un olor nuevo, distinto; a la par que familiar y conocido. Un olor que hacía que me sintiese a gusto y que, a día de hoy, después de tantos años, recuerdo como si fuese ayer. Investigando sobre el tema, he descubierto que el hecho de que un determinado olor (como por ejemplo el perfume de alguien con quien nos cruzamos por la calle o el aroma a "comida casera" en nuestro edificio) nos traiga a la mente vívidos recuerdos se conoce como “efecto Proust"; algo que todos nosotros más de una vez hemos experimentado.

Como mujer, siempre me he fijado mucho en el olor de las personas. Hago esta puntualización por el mero hecho de que en la mayoría de especies, las hembras poseen mayor capacidad olfativa que los machos. Quizás por eso, los hombres no presten tanta atención al tema (precisamente porque captan menos olores). Cuando hablo del olor de alguien, no me refiero a la colonia que utiliza; sino a su propia "fragancia", la que Grenouille describe con maestría en "El perfume" (libro que, aprovecho de paso, para recomendaros). Pues bien. Cada uno de nosotros tenemos un olor propio que, al igual que nuestra huella digital, es único. Este hecho está asociado a ciertas sustancias químicas que nuestro cuerpo produce, haciendo que la misma colonia huela de forma distinta en distintas personas (algo más que comprobado). A mí, por ejemplo, me gustan las frutales (tremendamente agradables para algunos; demasiado dulzonas para otros).

Científicamente, se ha demostrado que los estímulos olfativos mejoran nuestra capacidad de memorización, siendo incluso más importantes que los visuales y auditivos. Algo que a simple vista, parece difícil de creer (nunca mejor dicho). Sin embargo, los humanos somos mamíferos y nadie mejor que un bebé para reconocer el olor de su madre (el olor de un bebé, otro de mis preferidos). Teniendo en cuenta esto, si queremos recordar a alguien, lo mejor que podemos hacer es "oler" algo suyo, que le pertenezca, una prenda de ropa. Dicho aroma nos transporta, nos hace creer que estamos junto a esa persona, que no se ha ido, que la tenemos a nuestro lado. Y esa sensación es mucho más intensa que si vemos una foto suya o escuchamos su voz. Ese olor está en lo que nos ponemos y también en lo que tocamos; ese olor está en las cartas que se escriben (o mejor dicho, se escribían) los enamorados.

A mí, hay muchos olores que me gustan, que me traen gratos recuerdos. El olor de la tierra después de llover (mi aldea, mi pueblo), el guiso con azafrán (la comida de mi madre); el barniz de un mueble recién pintado (mi viejo piso); el olor de un libro nuevo (el colegio, mi infancia); el aroma del silo fermentado (mis animales adorados); las especias de un "kebab" (que a exóticos países me trasladan). Pero si tengo que elegir, me quedo con los olores de las personas a las que quiero; esos, son para mí, los más especiales.

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