martes, 16 de septiembre de 2014

Mi familia, mi tesoro

“La familia nunca nos abandona”. Soporta cosas que un extraño no consentiría. Nos defiende a ojos de los demás; permanece ahí a pesar de todo y nos perdona aunque no actuemos como deberíamos. Nuestra familia nos alienta en nuestros logros y nos consuela en los fracasos, cuando otros nos abandonan. La familia es uno de los tesoros más grandes que tenemos los seres humanos y como tal, hemos de cuidarla.

Las madres nos cargan en su vientre, antes de nacer. Nos cogen en brazos cuando lloramos, nos arrullan, nos meten en la cuna. Las madres nos enseñan a atarnos los zapatos y más tarde, a poner la lavadora (pero se guardan el secreto de cómo eliminar manchas imposibles, solo ellas pueden hacerlo). Las madres se empeñan en hacernos "tuppers" de comida porque, según ellas, comemos mal. Las madres nos aficionan a la lectura, a las telenovelas, a la charla en general. Las madres se preocupan porque vayamos abrigados y nos obligan a llamar cuando llegamos a destino. Las madres nos asesoran en materia de sentimientos y relaciones; las madres nos enseñan a "comprender" a las personas.

Los padres nos cargan en su espalda, después de nacer. Nos cogen en brazos cuando nos quedamos dormidos en el coche y nos meten en cama. Los padres nos enseñan a andar en bicicleta (con toda la paciencia del mundo) y, más tarde a conducir (con más bien, poca paciencia). Los padres se empeñan en acompañarnos en nuestros primeros viajes en coche. Los padres nos aficionan al MARCA, al fútbol, a los deportes en general. Los padres se preocupan porque nos perdamos y nos obligan a llamar cuando cambiamos de planes. Los padres nos asesoran en materia de bricolaje, electricidad, mecánica, etc; los padres nos enseñan a "arreglar" cosas (y mucho más, esto es simplificar).

Los hermanos cargan con nosotros cuando nos emborrachamos. Nos cogen el teléfono cuando estamos agobiados; nos sacan de nuestro "ensimismamiento". Los hermanos nos enseñan a leer, a nadar y a tocar la flauta (los mayores a los pequeños). Los hermanos se empeñan en tener primero, nuestros juguetes y después, nuestros mismos privilegios (por ser nosotros los consentidos). Los hermanos nos aficionan a las series, a la moda, a la vida en general. Los hermanos se preocupan por conocer a nuestros amigos y nos obligan a recoger nuestras cosas. Los hermanos son nuestros cómplices de travesuras, nuestros confidentes. Los hermanos nos asesoran en materia de intimidad; incluyéndose aqui todo aquello que a nadie más "podemos" contar.

Los abuelos, directamente, nos cargan la cartilla del banco; aunque nos neguemos. Nos cogen de la mano camino al colegio; después, somos nosotros quienes los sujetamos a ellos. Los abuelos nos enseñan historia (en los tiempos de Franco...), a admirar las obras, a hacer pasatiempos. Los abuelos se empeñan en contar siempre las mismas historias; en saber lo que hacemos, con quién andamos, adónde vamos. Los abuelos nos aficionan a los juegos de cartas, a la sidra y al vino dulce, a "Luar" y a "Cine de Barrio". Los abuelos se preocupan absolutamente por todo lo que nos pasa y nos obligan a darles la razón aunque no la tengan (el respeto a los mayores y demás). Los abuelos son, normalmente, grandes "personajes", cómicos entrañables. Los abuelos nos asesoran sobre las cuestiones de la vida, aportándonos una perspectiva muy sabia; además de abuelos, son hijos y padres.

Con esta descripción, estoy generalizando. Soy consciente de que hay madres que conducen, padres que cocinan, hermanos que hablan muy de vez en cuando y abuelos que prefieren vivir solos. Disculpadme por ello; yo, me inspiro en mi propia familia. En la dulzura de mi madre; en la picardía de mi padre; en la paciencia de mi hermana y en el ingenio de mi querido abuelo. Supongo que, una mezcla de ellos, soy yo. Sin duda, de las familias que me podrían haber tocado, la mía es la mejor.

Seguramente, tú pienses lo mismo de la tuya, querido lector. Por eso te digo, "No busques la riqueza en otra parte, la tienes a tu alrededor".

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