lunes, 15 de septiembre de 2014

No esperes a perderlo para valorarlo

"No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". Cuántas veces lo hemos escuchado? Cuántas lo hemos experimentado? Y a pesar de ello, no aprendemos la lección. Una y otra vez, cometemos el mismo error; no valorar lo que tenemos mientras lo tenemos. Así de "tontos" somos los humanos en comparación con otros animales (cuanto más los conozco, más me convenzo de esto). Desde un trabajo hasta un abuelo con salud; pasando por una relación que nosotros mismos saboteamos, arrepintiéndonos después. Cosas que, en muchas ocasiones, no podemos recuperar.

Pasamos la vida quejándonos de lo que no tenemos; siempre queremos más. Un sueldo más alto; un móvil más moderno, una pareja más atractiva; la nuestra, es una sociedad insatisfecha por definición. Lo que nos importa es "acumular", cosas o personas; olvidándonos de valorar las que tenemos. Y cuando las perdemos; obviamente, nos lamentamos. Sentirnos agradecidos por el simple hecho de tener una ocupación, cuidar de la familia y los amigos o disfrutar de las relaciones mientras duren son tareas que deberíamos realizar a diario. Sin embargo, perdemos el tiempo en cosas absurdas.

Yo, lo que propongo es la valoración rutinaria de la propia fortuna; en detrimento del lamento de lo irrecuperable. Afortunado es el que tiene un motivo para levantarse, la oportunidad de sentirse útil. Su deber es, por tanto, empezar el día con una sonrisa, colaborar con los demás y afrontar sus tareas con optimismo y "filosofía". Afortunado es el que tiene una familia y amigos en los que apoyarse, la oportunidad de sentirse querido. Su deber es, por tanto, respetarlos y admirarlos, contribuir a su bienestar, exprimir el tiempo en su compañía. Afortunado es el que tiene un "compañero/a de batallas" con quien levantarse, la oportunidad de hacer feliz a alguien. Su deber es ser sincero (no engañarse, ni al otro ni a uno mismo), transigir y preservar su esencia dentro del único ente que constituye la pareja.

El tiempo, vuela. Da gracias por el simple hecho de estar sano y poder levantarte, saluda a quien tengas delante, dirígite al trabajo con ilusión. Dile a tus padres que los quieres (ellos a ti te lo demuestran), pasa tiempo con tus abuelos (no tendrás que lamentar no haberlo hecho cuando ya no estén), haz cosas con tus hermanos (piensa que otros no tienen la suerte de tenerlos). Disfruta al máximo cuando estés con tus amigos, puede que en una temporada larga no vuelvas a verlos, construye con ellos gratos recuerdos. Entrégate a tu relación si es que la tienes, valora y "mima" a tu pareja, cuida esa unión tan frágil. Como dice mi querido Pablo Neruda, "no te olvides de ser feliz".

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